jueves, 1 de julio de 2010

La Isla Desierta (Leyenda Oriental).

Para compensar los servicios de un esclavo, cierto acaudalado señor le concedió la libertad. Junto con este don, que es el más apreciado por los hombres, le hizo presente un bajel lleno de valiosas mercancías, para que pudiese comerciar en nuevas tierras y llegar, así, a labrarse una fortuna.

Agradecido el esclavo, besó la orla del manto de su señor y se hizo a la mar. Pero a los pocos días de tranquila navegación, cesó la brisa, tan inconstante como la fortuna, y se desencadenó una violenta tempestad. La nave era como una cáscara de nuez, zarandeada por los vientos huracanados y la agitación de las aguas. Con todo, tras prolongadas horas de angustia, pudo acercarse a la costa; mas cuando ya ésta, como una promesa de salvación, se hallaba muy próxima, el navío fue arrojado por el impetuoso oleaje contra unas rocas, destrozándolo. El mar, inclemente y enfurecido, engulló en su profundo seno las valiosas mercancías y toda la tripulación. Tan solo el antiguo esclavo consiguió, a costa de ímprobos esfuerzos, alcanzar la orilla.

Llegado a ella, quedó tendido por espacio de muchas horas en la playa. Al cabo, el hambre y la sed lo volvieron en sí, y, poniéndose de pie, empezó a avanzar hacia el interior, caminando al azar y lamentándose de su infortunio. Tan exhausto se hallaba, que ya iba a desplomarse de nuevo, en la imposibilidad de proseguir su camino, cuando divisó a lo lejos las murallas de una ciudad. Aquella visión reanimó sus escasas fuerzas; pero no tuvo necesidad de emplearlas en recorrer largo trecho, pues a poco se vio rodeado por un tropel de habitantes de aquella ciudad, quienes lo recibieron con exclamaciones de júbilo. Su sorpresa fue en aumento cuando se oyó llamar rey y se vio colocado en una carroza triunfal, en la que fue conducido, entre vítores y aclamaciones de la multitud, a un magnífico palacio. Una vez allí, lo revistieron con los atavíos y atributos reales -manto de púrpura y corona de oro y piedras preciosas- y lo instalaron en el trono, colocándole en la mano el cetro, símbolo de poder y la autoridad que acababan de serle conferidos.

No es para descrita la perplejidad que embargaba al antiguo esclavo, quien creyó ser presa de una alucinación. Los nobles cortesanos acudieron a rendirle pleitesía y, a continuación, el ejército y todo el pueblo desfilaron ante él, jurándole fidelidad.

Finalmente, cuando condujeron todas aquellas ceremonias, el nuevo rey se quedó a solas con el Gran Visir y le faltó tiempo para preguntarle:

-¿Podéis decirme a qué obedece este extraño recibimiento? ¿Por qué habéis coronado como rey a un pobre náufrago de quien ni siquiera sabíais que existiese?

-Señor -repuso el Gran Visir-, todo tiene una explicación tan sencilla como notable. Habéis de saber que, desde hace mucho tiempo, los moradores de esta isla tienen por costumbre rogar al Todopoderoso que cada año les envíe un nuevo rey.

-¿Por qué cada año?

-Cada año -prosiguió el Gran Visir, sin que al parecer hubiera prestado mucha atención a la pregunta- el Todopoderoso se digna enviarles un ser humano para que los gobierne. Al cabo de ese tiempo, el elegido se ve privado de sus atributos reales y conducido a una isla desierta, donde es abandonado. Cada año se repiten las mismas escenas de coronación y destierro. Ésta es la ley del país y ningún monarca podría abolirla. Todos los reyes elegidos fueron informados, tras su coronación, del triste destino que les aguardaba, pero todos lo echaban en olvido muy pronto, halagados por la autoridad y los placeres que la realeza les permitía.


Muy impresionado quedó el nuevo rey al escuchar las palabras del Gran Visir, y por espacio de varios días no dejó de pensar gravemente en tan contradictoria situación, repitiéndose una y otra vez que cada hora que pasaba le iba acercando al triste y fatal destino.

Obsesionado por tal idea, no gozaba del fausto y las riquezas de que disponía, pensando continuamente en cómo podría librarse del trágico fin a que estaba predestinado. Tras mucho meditar en ello, decidió interrogar nuevamente al Gran Visir.

-¿Sabéis acaso -le dijo- si existe algún medio en virtud del cual pudiera librarme de seguir la misma suerte que mis predecesores?

-Sí, solo uno -respondió el anciano y prudente Gran Visir-.

Vinisteis desnudo a este país, y en el mismo estado seréis conducido a la isla desierta. Mas si en el transcurso de vuestro reinado hacéis todo lo posible por fertilizar y poblar aquellos parajes, cosa que está permitida por la ley, cuando tengáis que morar en ellos os hallaréis en la más ventajosa situación y no deploraréis nunca el azar que os trajo a nuestras playas. Ninguno de los monarcas que os antecedieron se preocupó de hacer tal cosa, dominados como estuvieron todos por la indolencia y los placeres. Y si alguno llegó a pensar en ello, lo fue dejando de un día para otro, perdiéndose al fin, pues el tiempo de que disponía era muy breve.

No cayeron en saco roto las prudentes observaciones del Gran Visir. Sin pérdida de tiempo, el monarca dictó las medidas oportunas para poner en práctica lo que el anciano acababa de aconsejarle. Aunque siguió interviniendo en todos los actos y ceremonias de la corte, no se dejó aprisionar en la red de placeres y seducciones que le brindaba su excepcional situación, y ni por un instante dejó de atender a la empresa de poblar y fertilizar la inhóspita isla.

Llegó, finalmente, el último día de su efímero reinado. Entonces, al igual que quienes le antecedieron en el trono, fue despojado del cetro y la corona; pero, a diferencia de ellos, no experimentó la menor zozobra cuando tuvo que subir al barco que debía conducirlo a aquella isla perdida en la inmensidad. Muy al contrario, parecía estar ansioso de hallarse en ella, como quien camina hacia una aventura mayor. Y, ciertamente, no se engañaba. Apenas hubo puesto el pie en la isla pudo divisar extasiado las feraces campiñas en que, merced a sus solícitos cuidados, se habían convertido aquellos yermos parajes. Inmediatamente se vio rodeado por una alegre multitud que lo aclamó entusiasmada y lo condujo, entre vítores y jubilosas exclamaciones, a un hermosísimo palacio, donde fue investido de nuevo con todos los atributos de la realeza...

Aquel esclavo al que su dueño -Dios- le otorgó la libertad, es el hombre al nacer. La isla a la que llegó tras su naufragio, es la Tierra. Los habitantes que lo reciben gozosos, son sus padres; y el Gran Visir, merced al cual conoce el triste fin a que está destinado, es la Sabiduría. El año de su reinado representa el efímero curso de la vida humana, y la isla desierta a la que es desterrado a continuación, la vida eterna. Mas esa isla, puede ser un renacer, un nuevo reinado, si el hombre, en el curso de su existencia, se preocupa de fertilizarla y poblarla con sus buenas obras, no dejándose dominar nunca por la indolencia y los vanos placeres.

Autor: HERDER (Alemania).

Si... Rudyard Kipling.

Autor: Rudyard Kipling.

Si cuando todo está perdido
puedes el alma levantar,
y aunque los tuyos te denigren
no haces caso de su maldad;

si cuando todos de ti duden
puedes en ti mismo esperar,
sin que la espera te fatigue
ni enflaquezca tu voluntad;

si a la calumnia no respondes,
si te odian y no aprendes a odiar;
si no haces gala de tu ciencia
ni ostentación de tu bondad;

si sueñas y no te dejas
de tus ensueños dominar;
si piensas, mas no consientes
que te esclavice tu pensar;

si ni el triunfo ni la derrota
turban tu serenidad
y a esos dos impostores
los contemplas con rostro igual;

si a los histriones de la plebe
puedes, tranquilo, tolerar
que conviertan en torpe engaño
el esplendor de tu verdad;

si las obras que más amaste
ves derribadas sin piedad,
y tratas con rotos fragmentos
de reconstruir tu ideal;

si de todos tus grandes triunfos
puedes, sereno, hacer un haz,
para aventurarlo sin miedo
a un solo golpe del azar;

si pierdes y no lamentas;
si cuando sientes caducar
tus nervios y tu cerebro,
"¡Firmes!" les grita tu voluntad;

si hablas con las multitudes
sin desmentir tu dignidad,
y puedes tratar con los reyes
sin creerte de estirpe real;

si ni amigos ni detractores
rompen tu ecuanimidad,
y aunque todos contigo cuenten,
nadie te logra cautivar;

si sesenta segundos de avance
te bastaren para saldar
en el balance de tus días
el minuto implacable y fatal...

Cuando a eso llegues y eso alcances,
tuyo el mundo entero será;
y lograrás algo más grande:
hijo mío, un hombre serás.

Traducción de Antonio Gómez Restrepo.

Desiderata. Por Max Ehrmann.

Escucha entonces la sabiduría del sabio:

“Camina plácidamente entre el ruido y las prisas,
y recuerda que la paz puede encontrarse en el silencio.
Mantén buenas relaciones con todos en tanto te sea posible, pero sin transigir.

Di tu verdad tranquila y claramente;
Y escucha a los demás,
incluso al torpe y al ignorante.
Ellos también tienen su historia.

Evita las personas ruidosas y agresivas,
pues son vejaciones para el espíritu.

Si te comparas con los demás,
puedes volverte vanidoso y amargado
porque siempre habrá personas más grandes o más pequeñas que tú.
Disfruta de tus logros, así como de tus planes.

Interésate en tu propia carrera,
por muy humilde que sea;
es un verdadero tesoro en las cambiantes visicitudes del tiempo.

Sé cauto en tus negocios,
porque el mundo está lleno de engaños.
Pero no por esto te ciegues a la virtud que puedas encontrar;
mucha gente lucha por altos ideales
y en todas partes la vida está llena de heroísmo.

Sé tu mismo.
Especialmente no finjas afectos.
Tampoco seas cínico respecto al amor,
porque frente a toda aridez y desencanto,
el amor es tan perenne como la hierba.

Acepta con cariño el consejo de los años,
renunciando con elegancia a las cosas de juventud.

Nutre la fuerza de tu espíritu para que te proteja en la inesperada desgracia,
pero no te angusties con fantasías.
Muchos temores nacen de la fatiga y la soledad.

Más allá de una sana disciplina,
sé amable contigo mismo.
Eres una criatura del universo,
al igual que los árboles y las estrellas;
tienes derecho a estar aquí.
Y, te resulte o no evidente,
sin duda el universo se desenvuelve como debe.

Por lo tanto, mantente en paz con Dios,
de cualquier modo que Le concibas,
y cualesquiera sean tus trabajos y aspiraciones,
mantente en paz con tu alma
en la ruidosa confusión de la vida.

Aún con todas sus farsas, cargas y sueños rotos,
éste sigue siendo un hermoso mundo.
Ten cuidado y esfuérzate en ser feliz”.

Juan Salvador Gaviota (fragmento).

"...La única respuesta que puedo dar, Juan, es que tú eres una gaviota en un millón. La mayoría de nosotros progresamos con mucha lentitud. Pasamos de un mundo a otro casi exactamente igual, olvidando en seguida de donde habíamos venido, sin preocuparnos hacia donde íbamos, viviendo solo el momento presente. ¿Tienes idea de cuántas vidas debimos cruzar antes de que lográramos la primera idea de que hay mas en la vida que comer, luchar. o alcanzar poder en la Bandada? ¡Mil vidas, Juan, diez mil! Y luego cien vidas más hasta que empezamos a aprender que hay algo llamado perfección, y otras cien para comprender que la meta de la vida es encontrar esa perfección y reflejarla. La misma norma se aplica ahora a nosotros, por supuesto: elegimos nuestro mundo venidero mediante lo que hemos aprendido de éste. No aprendas nada, y el próximo será igual que éste, con las mismas limitaciones y pesos de plomo que superar..."

Sobre la Oración. Maurice Nicoll.

Del libro "El nuevo hombre", de Maurice Nicoll.

Refiriéndose a la oración, Cristo dice: "Pedid y se os dará". Pero el hombre debe saber lo que significa pedir. La plegaria es el medio de obtener una respuesta desde un nivel superior del universo, de manera que sus influencias desciendan y penetren momentáneamente lo que es un nivel inferior. Consideremos, pues, lo que significa pedir. Visto con corrección, el universo es la respuesta a una súplica. El hombre de ciencia trabaja confiadamente creyendo que obtendrá una respuesta del universo físico como resultado de sus experimentos, de sus teorías y de sus esfuerzos, los que constituyen la suma de la súplica. Esto es orar en una forma. Esta oración obtiene una respuesta si acierta con el medio adecuado de pedir. Lo que significa que la súplica ha sido formulada bien. Pero dar con una forma adecuada de suplicar es algo que requiere tiempo, trabajo y esfuerzo, y no solamente una "impúdica desvergüenza", sino que también lleva el sentimiento de certeza en lo desconocido, o sea fe. Por ejemplo, mediante sus persistentes ruegos, el hombre de ciencia ha descubierto y ha establecido comunicación entre la vida humana y las fuerzas de la electricidad, de la electromagnética, fuerzas que corresponden a otro mundo, a un inframundo, al orbe de los electrones. Esta es una respuesta a sus súplicas. En cierto sentido, constituye una comunicación con otro mundo.

Así como el hombre de ciencia utiliza un particular modo de oración dirigida al universo natural, eleva su ruego una vez que ha captado la idea de que puede descubrir algo y la siente como una posibilidad; y una vez y otra modifica su súplica por medio de la corrección en los errores que comete en su experimento; emplea todo su ingenio hasta obtener una solución adecuada y que corresponda a su ruego. Igualmente, el hombre que ora al universo espiritual tiene que poseer la misma fe, la misma paciencia, la misma inteligencia y poder de inventiva.

Atención y Consciencia. Ramiro Calle.

La atención es una función espléndida de la mente que permite convertir la vida en un aprendizaje continuado.

Si se consigue estar más consciente uno se da cuenta de lo que ocurre tanto en su interior como en el exterior.

Un magnífico ejercitamiento para desarrollar la atención es “mira lo que pasa en cada momento, atento, liberado de juicios y prejuicios, esperando percibir cada instante como lo que es”.

La mente humana tiende al descuido, al parloteo mental y a la divagación, a pensar en las causas y en las consecuencias del momento presente, en lo que ha llevado a él y en lo que devendrá de él, perdiendo por completo el momento en sí.

Podemos ser conscientes de pensamientos intrusos, viendo cómo surgen y se desvanecen, sin inhibirlos y sin reaccionar ante ellos.

El ejercitamiento de la atención conduce a la persona a una visión de las cosas más penetrante, permite ver a las causas y efectos tal y como realmente son.

La dispersión mental es una característica de la mayoría de las mentes humanas. Resultan necesarios la atención y el esfuerzo consistente para sujetar la mente y enfocarla a la concentración.

La ecuanimidad representa la firmeza mental, el ánimo equilibrado. La persona ecuánime ve los opuestos complementarios, sabe que todas las cosas son mutables y que el cambio es constante, debiéndose considerar por igual victoria y derrota, halago e insulto, encuentro y desencuentro. No se aferra a lo placentero ni odia lo que le produce desagrado.

La mayoría de las personas hablamos y nos expresamos de forma muy mecánica. Hay que adiestrarse para aprender a hablar con consciencia y a estar atento a los actos.

Este mundo no necesita personas con muchos conocimientos sino personas que sepan dirigirse a sí mismas y sepan controlar sus palabras hirientes y sus actos perjudiciales.

Al intensificar la atención liberadora de juicios y prejuicios podremos reeducar la mente y liberarla de hábitos. Será posible corregir o enfriar las reacciones de avidez, aversión, odio, rabia, ira, ... e ir imponiendo a la mente un estado de sosiego y claridad.

Conocimiento y sabiduría son dos cosas diferentes. El conocimiento es información y datos que podemos pasarnos los unos a los otros. La sabiduría es un tipo especial de inteligencia primordial y de claridad mental que nos enseña a vivir de forma armónica, a sentirnos integrados y a saber encontrar la forma de proceder con corrección.

La sabiduría debe encontrarse dentro de uno mismo. No es algo que deba buscarse fuera, aunque cuando uno la encuentra dentro se percibe fuera.

El ego es el sentimiento de individualidad y cuando se sobredimensiona, pierde el sentido del todo, (como si una ola en el océano se creyera totalmente separada de la masa de agua que la contiene).

El ego excesivo es un gran obstáculo en le desarrollo de la persona.

Resulta importante examinar tendencias egocéntricas. Así podemos descubrir: suspicacia, susceptibilidad, rencor, avidez, odio, afán de venganza, soberbia, ...

La atención aplicada a la vida cotidiana consiste en hacer sin precipitación ni obsesión por los resultados. La actividad se convierte en aprendizaje, tanto si se obtiene éxito como si no.

Estando atentos a la vida diaria podemos ser más conscientes de nuestras alteraciones anímicas, nuestros estados mentales y nuestras emociones. El cuidado de la mente conducirá al cuidado de la palabra y al cuidado de la acción.

Corresponde a la persona ahondar en las profundidades de su mente, que es donde se encuentran las raíces (ofuscación, avidez y odio o claridad, generosidad y comprensión).

La atención mental es la herramienta para observarnos y conocernos mejor. Se puede practicar un recogimiento durante diez o quince minutos diarios, impregnando las propias psiques de buenos pensamientos y sentimientos en todas direcciones hacia los seres humanos, (empezando por los más queridos), los animales, las plantas, el planeta y todos los universos, comenzando por sentir un afecto genuino hacia uno mismo e irradiándolo en todas direcciones.

La experiencia demuestra que cuanto más se entrene la persona en el desarrollo de la atención más aprenderá a vivir la acción con atención.

Mediante la práctica meditativa una persona aprende a dominar la mente, a pensar y dejar de pensar, a reorganizar la psique. Se actualizan los factores internos de crecimiento y libertad, se frenan los estados de confusión y se propician los de perspicacia y claridad; se eliminan infinidad de condicionamientos del subconsciente y se estabilizan las emociones.

Para alcanzar ese ejercitamiento mental se comienza por:

- Estabilizar e inmovilizar la postura.

- Ralentizar la respiración.

- Apartar la mente de todo y fijarla en el soporte de la meditación.

- Se dedica unos minutos a sí mismo para entrenarse en la atención consciente.

Hay que tratar de mantener una actitud de firmeza mental, aún cuando surjan molestias en el cuerpo o se produzcan estados mentales de desasosiego, abulia, pereza, agitación, tristeza, apatía, ..

Una sesión de meditación puede durar entre quince minutos y una hora. Por ello, es preferible elegir una habitación tranquila donde poder llevarla a cabo y adoptar una postura (ya sea sentado en una silla o en el suelo) donde cabeza y tronco se mantengan erguidos. Si hay que moverse, los movimientos deben resultar conscientes y lentos. Cada persona irá descubriendo cuáles son los ejercicios que le resultan más provechosos y eficaces, debiendo centrarse en ellos y trabajarlos a fondo, en lugar de ir cambiando a menudo de ejercicios. Por ejemplo, para una sesión de cincuenta minutos se pueden utilizar dos o tres soportes de la atención.

No hay que sentirla nunca como si fuera un deber penoso.

Cualquier hora del día es buena para meditar, pero hay personas que comprueban que si uno se fija un horario es más fácil acometer la práctica.

Ser Consciente (Awareness). Krishnamurti.

Del libro Urge un cambio psicológico, de J. Krishnamurti.

Interlocutor: Me gustaría saber lo que usted quiere decir con ser consciente (awareness) porque ha dicho con frecuencia que el ser consciente es lo que en realidad está envuelto en su enseñanza. He tratado de comprenderlo escuchando sus pláticas y leyendo sus libros, pero parece que no avanzo mucho. Sé que ello no implica una práctica y comprendo por qué usted rechaza tan enfáticamente cualquier práctica, ejercicio, sistema, disciplina o rutina, no importa su naturaleza. Veo la importancia de esto porque de lo contrario la acción se convierte en algo mecánico, y al final la mente se embota y se vuelve estúpida. Me gustaría, si se me permite, que exploremos juntos y hasta su final, lo que significa el ser consciente. Usted parece darle un significado especial y más profundo a esta palabra (awareness), y, sin embargo, me parece que somos conscientes de lo que está pasando todo el tiempo. Sé cuando estoy airado, cuando estoy pesadumbrado y cuando estoy alegre.

Krishnamurti: Me gustaría saber si en realidad somos conscientes de la ira, de la tristeza y de la felicidad. ¿O es que somos conscientes de estas cosas sólo después que han pasado? Vamos a comenzar como si no supiéramos nada en absoluto de ello y empecemos en cero.No hagamos afirmaciones, sean dogmáticas o sutiles, sino exploremos este asunto. Y si lo penetramos con suficiente profundidad, nos revelará un estado extraordinario que la mente probablemente nunca ha alcanzado, o una dimensión de la cual no estamos ni superficialmente conscientes. Comencemos desde lo superficial y trabajemos desde ahí.

Vemos con nuestros ojos, percibimos con nuestros sentidos las cosas que nos rodean –el color de la flor, el colibrí libando la flor, la luz de este sol californiano, los miles de sonidos de diferentes cualidades y sutilezas, la profundidad y la altitud, la sombra del árbol y el árbol mismo. Igualmente sentimos nuestros cuerpos, los cuales son instrumentos de todas estas diferentes clases de percepciones superficiales. Si estas percepciones se mantuvieran en su nivel superficial, no habría confusión de clase alguna. Esa flor, esa trinitaria esa rosa, están ahí, y eso sería todo. En ello no hay preferencia, comparación, aceptación o rechazo; o sea, únicamente la cosa está ante nosotros sin ninguna complicación sicológica. ¿Está bastante claro lo relativo a la percepción sensoria superficial, al ser consciente? Podríamos, mediante el uso de todos los instrumentos de la tecnología moderna, extenderla hasta las estrellas, hasta las profundidades del mar, y hasta las remotas fronteras de la observación científica.

Interlocutor: Si, creo que comprendo eso.

Krishnamurti: Entonces usted ve que la rosa y todo el universo y toda la gente en él, su propia esposa si tiene una, las estrellas, los mares, las montañas, los microbios, los átomos, los neutrones, esta habitación, la puerta, están realmente ahí. Ahora, viene el siguiente paso: lo que usted piensa de estas cosas, o lo que usted siente en relación con ellas es su respuesta sicológica a las mismas. Y a esto lo llamamos pensamiento o emoción. Por lo tanto, el ser consciente, superficialmente es una cosa muy sencilla: la puerta está ahí. Pero la descripción de la puerta no es la puerta, y cuando uno se envuelve emocionalmente en la descripción de ella, no la ve. Esta descripción puede consistir en una palabra, en un tratado científico o en una respuesta emocional intensa; pero nada de eso es la propia puerta. Es muy importante entender esto desde el mismo comienzo. Si no lo comprendemos estaremos cada vez más y más confundidos. La descripción nunca es lo descrito. Aún cuando estemos describiendo algo ahora mismo y tengamos que hacerlo, la cosa que describimos no es nuestra descripción de ella. Es pues, necesario, que tengamos esto en mente durante nuestra conversación. Nunca confunda la palabra con la cosa que ésta describe. La palabra nunca es lo real, y nos desorientamos fácilmente cuando llegamos a la nueva faceta del ser conscientes, pues ante ella reaccionamos de un modo personal o emocional.

Así que existe la percepción superficial del árbol, del pájaro, de la puerta, y también existe la respuesta a ello, la cual es pensamiento, sentimiento, emoción. Ahora bien, cuando somos conscientes de nuestra respuesta, podemos llamarla una segunda profundidad del ser consciente. Podemos ser conscientes de la rosa, ser conscientes de la reacción o respuesta a la rosa. Con frecuencia no nos damos cuenta de esta respuesta a la flor. En realidad es el mismo estado de sensibilidad el que ve la rosa y que ve la respuesta. Es un mismo movimiento, y es erróneo hablar de conciencia externa e interna. Cuando tenemos conciencia visual del árbol sin ninguna implicación sicológica, no existe división en la relación. Pero cuado hay una respuesta sicológica en torno del árbol, esta respuesta es condicionada; es el recuerdo del pasado, de experiencias pasadas, y esta respuesta es una división en la relación. Esta respuesta es el comienzo de lo que llamaremos el yo y el no-yo en la relación. Así nos situamos en la relación con el mundo. Así creamos al individuo y la comunidad. No vemos el mundo como es, sino en sus variadas relaciones con el yo de la memoria. Esta división es la vida y el florecimiento de todo lo que llamamos nuestro ser sicológico, y de aquí surgen todas las contradicciones y las divisiones. ¿Percibe usted esto claramente? Cuando nos damos cuenta del árbol, no hay evaluación. Pero cuando hay una respuesta al árbol, cuando se juzga con agrado o desagrado, entonces surge una división en esta percepción en términos del yo y del no-yo, del yo que es diferente de la cosa observada. Este yo es la respuesta, en relación, de las memorias y experiencias del pasado. Ahora bien, ¿puede haber una percepción, una observación del árbol, sin que haya juicio alguno, y puede haber una observación de la respuesta, de las reaciones, sin juicio alguno? En esta forma eliminamos el principio de la división, el del yo y del no-yo, tanto al mirar el árbol como al mirarnos a nosotros mismos.

Interlocutor: Estoy tratando de entenderlo. Veamos si estoy en lo correcto. Existe el ser consciente del árbol, y eso lo comprendo. Existe la respuesta sicológica al árbol, y eso también lo comprendo. La respuesta sicológica consiste en recuerdos y experiencias del pasado, en lo agradable y lo desagradable, y esto crea la división entre el árbol y el yo. Sí, creo que comprendo todo eso.

Krishnamurti: ¿Es esto tan claro como el árbol en sí, o se trata simplemente de la claridad de la descripción? Recuerde que, como hemos dicho antes, la cosa descrita no es la descripción. ¿Qué es lo que usted ha captado, la cosa o su descripción?

Interlocutor: Creo que ha sido la cosa.

Krishnamurti: Por lo tanto, no existe el yo, el cual es la descripción cuando vemos este hecho. En el ver cualquier hecho no existe el yo. O existe el yo o el ver; no pueden existir ambos. El yo es no-ver. El yo no puede ver, no puede ser consciente.

Interlocutor: ¿Me permite que interrumpamos la conversación ahora? Me parece que he captado el sentir de todo, pero tengo necesidad de dejarlo que penetre hondamente. ¿Podría volver mañana?

* * *

Interlocutor: Me parece que en realidad he comprendido no sólo verbalmente lo que usted dijo ayer. Existe el ser consciente del árbol, y también la respuesta condicionada del árbol, y también la respuesta condicionada al árbol, y esta respuesta condicionada es conflicto, es la acción de la memoria y de las experiencias del pasado, es lo agradable y lo desagradable, es prejuicio. También comprendo que esta respuesta del prejuicio engendra lo que llamamos el yo, o el censor. Veo claramente que el yo, el mi, existe en toda clase de relación. Ahhora bien, ¿existe un yo que no dependa de relación alguna?

Krishnamurti: Hemos visto lo fuertemente condicionadas que son nuestras respuestas. Su pregunta de si existe un yo que no dependa de la relación, se vuelve especulativa hasta tanto estemos libres de estas respuestas condicionadas. ¿Ve usted esto? Por lo tanto, nuestra primera preguntano es si existe o no existe un yo que no esté afectado por las respuestas condicionadas, sino más bien si la mentem en la cual están incluidos todos nuestros sentimientos, puede estar libre de este condicionamiento, que es el pasado. El pasado es el yo. No hay yo en el presente. Mientras la mente funcione en el pasadom existirá el yo, y la mente es ese pasado, la mente es ese yo.

No podemos señalar en forma separada la mente y el pasado, y decir que son dos cosas distintas. La mente es el pasado, bien se trate de varios días o de diez mil años. Así que la pregunta es: ¿puede la mente misma liberarse del pasado? Pero hay varias cosas envueltas en ello, ¿no es así? En primer lugar, hay una percepción superficial. Luego hay el ser consciente de la respuesta condicionada. Después viene el darse cuenta de que la mente es el pasado, de que la mente es la respuesta condicionada. Entonces está la pregunta de si la mente misma puede liberarse del pasado. Y todo ello es una acción unitaria del (ser consciente) en la cual no hay conclusiones. Cuando decimos que la mente es el pasado, la realización de ello no es una conclusión verbal, sino la percepción real de un hecho. Los franceses usan la palabra constatation para expresar esa percepción de un hecho. Cuando preguntamos si la mente puede estar libre del pasado, ¿es el yo, el censor, que es el propio pasado, el que hace la pregunta?

Interlocutor: ¿Puede la mente liberarse del pasado?

Krishnamurti: ¿Quién hace la pregunta? ¿Es la entidad que es el resultado de muchísimos conflictos, recuerdos y experiencias; o surge la pregunta por sí misma como resultado de la percepción del hecho? Si es el observador el que interroga, entonces está tratando de evadir el hecho, que es él mismo, porque dice: he viviso en solor, en dificultades y en sufrimiento por tanto tiempo, que desearía ir más allá de esta constante lucha. Si hace la pregunta por ese motivo, su respuesta será refugiarse en algún escape. O uno se enfrenta a un hecho, o huye de él. Y tanto la palabra como el símbolo constituyen una huida. El solo hecho de hacer esta pregunta es, en realidad, un escape, ¿no es así? Seamos conscientes de si esa pregunta es o no un escape. Si lo es, es ruido. Si no hay observador, entonces hay silencio; lo cual es una negación completa de la totalidad del pasado.

Interlocutor: Ahora estoy perdido. ¿Cómo puedo eliminar el pasado en unos pocos segundos?

Krishnamurti: Debemos tener presente que estamos hablando del hecho de ser consciente. Ahí está el árbol, y la respuesta condicionada al árbol, que es el yo en relación, el yo, que es el mismo centro del conflicto. ¿Es este yo, el que hace la pregunta, este yo que, según hemos dicho antes, es la estructura misma del pasado? Si la pregunta no es formulada desde la estructura del pasado, o por el yo, entonces no existe estructura alguna del pasado. Cuando es la estructura la que hace la pregunta, está funcionando con relación al hecho de lo que es ella en sí misma, tiene miedo de sí misma y actúa para escapar de sí misma. Cuando no es la estructura la que formula la pregunta, no actúa en relación consigo misma. Recapitulando: ahí está el árbol, ahí está la palabra, que es la respuesta al árbol, que es el censor, o el yo, que viene del pasado; y entonces surge la pregunta: ¿puedo escapar de todo este torbellino y agonía? Si es el yo el que pregunta, está perpetuándose a sí mismo.

Ahora bien, como se da cuenta de eso, ¡no formula la pregunta! Al darse cuenta de ello y de todas sus implicaciones, la pregunta no puede ser formulada. Y no la formula porque ve la trampa. ¿Ve usted entonces que toda esta percepción es superficial? Es la misma percepción que ve el árbol.

Interlocutor: ¿Existe alguna otra clase del ser consciente? ¿Tiene el ser consciente alguna otra dimensión?

Krishnamurti: Repito que debemos tener cuidado, tener muy claro que no estamos haciendo esta pregunta con ningún motivo. Si existe algún motivo, estamos otra vez en la trampa de la respuesta condicionada. Cuando el observador está totalmente silencioso sin que lo hayamos forzado a estar en silencio, surge seguramente una calidad distinta del ser consciente.

Interlocutor: ¿Qué clase de acción puede surgir cualesquiera circunstancias en que no exista el observador? Me refiero a qué cuestión o a qué acción.

Krishnamurti: Repito, ¿está usted haciendo esa pregunta desde esta orilla del río, o desde la otra margen? Si usted estuviera en la otra orilla, no haría la pregunta; si está en esa orilla, su acción será desde allá. Así que hay un ser consciente de esta orilla, con toda su estructura, su naturaleza y todas sus trampas, y el tratar de escapar de la trampa es caer en otra trampa. ¡Y qué monotonía letal hay en todo ello! El ser consciente nos ha revelado la naturaleza de la trampa y, por lo tanto, de ahí surge la negación de todas las trampas, de manera que ahora la mente está vacía del yo y de la trampa. En esta mente hay una calidad distinta y una dimensión distinta del ser consciente. Este darse cuenta no está consciente de que se da cuenta.

Interlocutor: Por Dios, esto es demasiado difícil. Usted dice cosas que parecen ciertas, que suenan como ciertas, pero todavía no he llegado allí ¿Podría expresarlo usted en forma diferente? ¿Puede usted empujarme fuera de mi trampa?

Krishnamurti: Nadie puede sacarlo fuera de su trampa –ningún gurú, ningún maestro, ninguna droga, ningún mantra, nadie, inclusive yo mismo– nadie, especialmente yo. Todo lo que uno puede hacer es ser consciente, sensible, desde el principio hasta el fin, no distraerse en medio del camino. Esta nueva calidad de ser consciente es atención, y en esta atención no existe frontera alguna establecida por el yo. Esta atención es la más alta forma de virtud y, por lo tanto, es amor. Es inteligencia suprema, y no puede existir la atención si no somos sensibles a la estructura y a la naturaleza de estas trampas hechas por el hombre.

La Tentación en los Evangelios. Maurice Nicoll.

Fragmento del libro El nuevo hombre, de Maurice Nicoll.

Podemos ser tentados de diferentes maneras y también hay distintas formas de caer en la tentación. Por el momento hablemos de ésta en términos generales. Siempre que sea real, toda tentación implica una lucha entre dos aspectos del hombre; cada uno de ellos procura obtener el dominio de la situación. Esta lucha tiene dos formas. Siempre acontece entre lo que es verdadero y lo que es falso, o entre lo que es bueno y lo que es malo. Todo el drama interior en la vida del hombre, y todos los resultados de este drama en términos del desarrollo íntimo, yacen en esta lucha interna en torno a lo que es Verdad y a lo que es falso, en torno a lo que es bueno y a lo que es malo. Y, efectivamente, es acerca de estas cosas, acerca de lo que siempre todo el mundo está pensando y cavilando en la intimidad de su mente y en lo más profundo de su corazón. La mente tiene como función el pensar acerca de lo que es verdadero, y el corazón es para percibir aquello que es bueno.

Tomemos la primera tentación en relación a lo que es Verdad. Esto ocurre en la vida intelectual de la gente. Cada persona sostiene algunas cosas como ciertas, las considera una verdad. En sí mismo, el conocimiento no es la Verdad; todos sabemos muchas cosas, pero no las consideramos ciertas o bien nos mostramos indiferentes a ellas. Mas entre todas las cosas que sabemos hay algunas que sí nos son ciertas, verdaderas. Esta es nuestra verdad particular, pertenece a nuestra vida personal, intelectual, por cuanto el conocimiento y la Verdad son de la mente. Ahora bien; la vida intelectual de un hombre no consiste sino en aquello que considera verdadero, y cuando algo amenaza esta verdad el hombre se ve preso de angustia. Y mientras más valor atribuye a lo que considera verdadero, mayor será la ansiedad que sienta cuando la duda penetre en su mente. Este es un estado de tentación moderado en el cual el hombre tiene que pensar acerca de lo que cree y valoriza como Verdad, y desde ahí luchará contra sus dudas. Es necesario entender que nadie puede sufrir tentación alguna sobre aquellas cosas que no valoriza. Sólo puede ser tentado en relación a lo que valoriza. El sentido de la tentación es reforzar, fortalecer todo cuanto el hombre justiprecia como Verdad. A través de los Evangelios se ve claramente la idea de que el hombre tiene que combatir y luchar en sí mismo. Los Evangelios se refieren a la vida interior del hombre.

Esto exige una lucha interior, o sea que la tentación es necesaria. Pero ocurre que algunas veces la gente se siente ofendida ante la idea que tiene que luchar por alcanzar la Verdad y pasar por tentaciones con relación a ella. Sin embargo, la realidad es que se necesita luchar para obtener el conocimiento tanto como se requiere combatir consigo mismo.

Ahora abordemos la tentación con relación al bien. Esta no es una pugna intelectual, sino emocional. Corresponde a la parte volitiva del hombre, a la parte de su voluntad y no a la parte que piensa. La base sobre la que descansa la voluntad del hombre es aquello que siente como bueno. Todo el mundo desea y actúa partiendo de lo que considera que es bueno, y todo cuanto el hombre verdaderamente quiere de sí mismo corresponde a su vida volitiva. Todo cuanto constituye y forma la vida volitiva de un hombre es aquello que está impreso en sí mismo como bueno. Si al ser humano le fuese arrebatado todo cuanto considera bueno terminaría su vida volitiva, en la misma forma en que terminaría su vida intelectual si le fuese arrebatado aquello que considera que es la verdad. En los Evangelios, la Verdad tiene que ver con lo que Cristo enseñó en la forma de un conocimiento, y el Bien tiene que ver con el amor a Dios y al prójimo. Ahora bien; para el hombre es bueno todo cuanto ama, y todo aquello que considera bueno constituye el motivo de su voluntad y sus acciones. Si se trata de un hombre que sólo se ama a sí mismo, su Bien será únicamente aquello que es bueno para él, y todo cuanto no sea esto lo considerará malo. El desarrollo de la voluntad ocurre a través del desarrollo del amor. Y el verdadero amor surge únicamente a expensas del amor propio. Pues bien; ya que el hombre sólo puede ser intelectualmente tentado a través de lo que considera como la Verdad, también puede ser instigado con relación a su voluntad y a sus acciones a través de lo que él ama. Y ya que en un sentido real la tentación es acerca de la Verdad del Verbo —o sea acerca de la enseñanza que contienen los Evangelios— y el Bien del Verbo, la tentación en cuanto al Bien se diferencia de la referente en cuanto a la Verdad; y solamente principia cuando el hombre ya ha comenzado a trascender el nivel del amor propio, del amor a si mismo, y llega al estado que se llama caridad, o sea del amor al prójimo mediante un sentido de la existencia de Dios como la fuente de todo amor. Las tentaciones en cuanto a la Verdad necesariamente comienzan antes de las tentaciones en cuanto al Bien. Pero si en el hombre no existe cierta caridad natural le será mucho más difícil pasar y vencer las tentaciones en cuanto a la Verdad. Y es que la Verdad tiene que penetrar y crecer en el hombre antes que éste pueda modificar la dirección de su voluntad; o sea, antes que sus sentimientos acerca del Bien puedan cambiar.

Cuando comienza a sentir la penetración de un nuevo Bien en él, percibirá que los dos sentimientos se alternan. Y más adelante sentirá en sí mismo la lucha entre el nuevo Bien y lo que anteriormente consideraba como bueno. Pero a semejante altura ya el hombre debería estar en situación de asirse con firmeza a la Verdad, sea cual fuere su falla con relación al Bien. El hombre se encuentra efectivamente entre dos planos, entre dos niveles de ser, uno superior y otro inferior. Y toda tentación real sólo ocurre cuando se da este caso, pues el nivel inferior le atrae. El hombre tiene que encontrar un camino entre ambos. En efecto el hombre se eleva un poco y en seguida vuelve a caer como un borracho que trata de levantarse del suelo. Pero si en realidad ha comenzado la tentación en cuanto al Bien, cualquiera que sea su resultado, cualquiera que sea el tiempo en que ocurra, el hombre no debe por ningún motivo permitir que su fracaso, o su aparente fracaso, desate en él una guerra contra la Verdad a que se sujeta. Si llega a permitir esta guerra, si llega a hacerla, perderá cierto sentido de la Verdad con cada fracaso, con cada caída. Sea lo que sea, haga lo que haga, el ser humano tiene que aferrarse a la Verdad que ha recibido y tiene que mantenerla viva en sí mismo.

El Arte de la Paz. Morihei Ueshiba.

Fragmentos del libro El Arte de la Paz, de Morihei Ueshiba.

El Arte de la Paz comienza contigo. Trabaja sobre ti mismo y con la tarea que te ha sido asignada en el Arte de la Paz. Todos tenemos un espíritu que puede ser refinado, un cuerpo que puede ser entrenado de cierta manera, un sendero conveniente para seguir. Estás aquí con el solo propósito de darte cuenta de tu divinidad interior y manifestar tu iluminación innata. Alimenta la paz en tu propia vida y luego aplica el Arte a todo lo que encuentres.

La vida es crecimiento. Si detenemos el crecimiento, técnica y espiritualmente, somos tan útiles como cadáveres. El Arte de la Paz es la celebración del enlace del cielo, la tierra y la humanidad. Es todo lo verdadero, lo bueno y lo bello.

Cuando la vida es victoriosa, hay nacimiento; cuando impedida, hay muerte. El guerrero está permanentemente dedicado a una lucha de vida o muerte por la paz.

Tu corazón está lleno de semillas fértiles esperando brotar. Del mismo modo que una flor de loto surge del lodo para florecer en todo su esplendor, la interacción de la respiración cósmica hace florecer el espíritu para que de fruto en este mundo.

Tan pronto como te ocupes del "bien" y el "mal" de tus semejantes, creas una abertura en tu corazón por la que entra la malicia. Examinar, competir y criticar a otros te debilita y te derrota.

El brillo penetrante de las espadas sostenidas por los seguidores del Camino golpea al malvado enemigo escondido en el interior profundo de sus propios cuerpos y almas.

El Arte de la Paz no es fácil. Es una lucha hasta el fin, la matanza de los malos deseos y de la falsedad interior. En algunas ocasiones, la voz de la paz resuena como un trueno, sacudiendo a los seres humanos fuera de su letargo.

Clara como el cristal,
aguda y brillante,
la espada sagrada no admite sitio
para alojar al mal.

Crea y pule el espíritu del guerrero
mientras sirves en el mundo;
ilumina el Sendero
de acuerdo a tu luz interior.

El sendero de la paz es extremadamente vasto: refleja el propósito de ambos mundos, el manifiesto y el oculto. El guerrero es el templo viviente de lo divino, que sirve al gran propósito.

Practica el Arte de la Paz con sinceridad, y los malos pensamientos y malas acciones desaparecerán naturalmente. El único deseo que debe permanecer es la sed por capacitarse cada vez más en el sendero.

Día tras día
adiéstrate a ti mismo, refinando tu técnica:
¡usa el Uno paraatacar lo Múltiple!
Esa es la disciplina del guerrero.

El propósito del entrenamiento es tensar lo flojo, fortalecer el cuerpo y pulir el espíritu.

El hierro está lleno de impurezas que lo debilitan; al forjarlo se convierte en acero y se transforma en una filosa espada. Los seres humanos se desarrollan de la misma forma.

El Arte de la Paz es el principio de la no resistencia. Porque no es resistencia, desde el comienzo es victorioso. Los que tienen malas intenciones o pensamientos pendencieros son derrotados instantáneamente. El Arte de la Paz es invencible porque contra nada lucha.

En el Arte de la Paz no hay contiendas. El verdadero guerrero es invencible porque no lucha con nadie. Vencer significa derrotar la idea de disputa que albergamos en nuestra mente.

No encares este mundo con temor y rechazo. Enfrenta con valor lo que los dioses ofrezcan.

La vida misma es siempre una prueba. Al entrenar debes probarte y pulirte para poder afrontar los grandes desafíos de la vida. Trasciende los límites de la vida y la muerte, y entonces serás capaz de enfrentar con calma y seguridad cualquier crisis que se te presente.

Sé agradecido hasta por las privaciones, contrariedades y gente mala. Tratar con estos obstáculos es parte esencial del entrenamiento en el Arte de la Paz.

El fracaso es la clave del éxito;
Cada error nos enseña algo.

En situaciones extremas, el universo entero se transforma en nuestro enemigo, en momentos tan críticos, la unidad de mente y técnica es esencial: ¡no permitas que tu corazón flaquee!

Tu espíritu es el verdadero escudo.

El Arte de la Paz puede resumirse así: la verdadera victoria es la victoria sobre sí. ¡Que ese día llegue con premura! La "verdadera victoria" significa coraje temerario; "victoria sobre sí", simboliza un esfuerzo incansable, y "¡Que ese día llegue con premura!" representa el momento glorioso del triunfo en el aquí y ahora.

Expulsa los pensamientos que limitan, y regresa al verdadero vacío. Párate en el centro de la Gran Vaciedad. Este es el secreto del Camino del Guerrero.

Las técnicas del Arte de la Paz cambian constantemente; cada encuentro es único, y la respuesta adecuada debe surgir con naturalidad. Las técnicas de mañana serán diferentes a las de hoy. No te dejes atrapar por la forma y apariencia de un desafío. El Arte de la Paz no tiene forma; es el estudio del espíritu.

Lo Divino no es algo alto sobre nosotros. Está en el cielo, está en la tierra, está en nosotros. Cada uno de nosotros es un Universo en miniatura, un templo viviente.

Los Cinco Recordatorios de Buda.

1.Estoy hecho de la naturaleza del envejecer. No hay forma de evitar la vejez.

2.Estoy hecho de la naturaleza del enfermar. No hay forma de evitar la enfermedad.

3.Estoy hecho de la naturaleza del morir. No hay forma de evitar la muerte.

4.Todo lo que me gusta y todos los que quiero están hechos de la naturaleza del cambio. No hay forma de evitar ser separado de ellos.

5.Mis acciones son mis únicas verdaderas pertenencias. No puedo evitar las consecuencias de mis acciones. Mis acciones son el suelo donde me paro.

El Hombre. Boris Mouravieff.

En la civilización occidental la vida interior del individuo —con toda su riqueza— se encuentra relegada al último plano de la existencia. El hombre está tan atrapado en el engranaje de la vida mecanizada que no le queda tiempo para hacer alto ni el poder de atención necesario para dirigir hacia sí mismo su mirada mental. El hombre pasa sus días absorbido por las circunstancias. La inmensa máquina que lo arrastra gira sin cesar y le impide detenerse, a riesgo de ser destrozado. Hoy como ayer y mañana como hoy, se agota el hombre en esa carrera desenfrenada, lanzado en una dirección que, en definitiva, no lo conduce a ninguna parte. La vida pasa casi desapercibida, rápida como un trazo de luz; después, siempre ausente de sí mismo, cae, devorado.

Cuando a quien vive bajo esta presión constante de la vida contemporánea se le pide que vuelva hacia sí mismo su mirada mental, por lo general responde que no tiene tiempo para entregarse a un tal ejercicio. Si se le insiste y asiente, en la mayoría de los casos dirá que no ve nada. Niebla. Oscuridad. En algunos raros casos el observador informará que percibe algo que no sabría definir, porque ese algo cambia todo el tiempo.

Esta última observación es correcta. En efecto, todo cambia en nosotros y a cada instante. Basta el menor choque exterior —agradable o desagradable, feliz o desgraciado— para que nuestro contenido interior tome un nuevo aspecto.

Si continuamos la observación interior sin tomar partida, esta introspección nos permi te constatar muy pronto y no sin sorpresa que nuestro Yo, del cual estamos habitualmente tan orgullosos, no es siempre igual a sí mismo: cambia. Luego la impresión se define; comenzamos a notar que en realidad no vive en nosotros un hombre único sino varios, cada uno con sus propios gustos, sus aspiraciones propias y persiguiendo sus propios fines. De pronto descubrimos en nosotros un mundo lleno de vida y de colores que hasta ayer ignorábamos casi por completo.

De continuar la experiencia, pronto distinguiremos tres corrientes en esa vida en perpetuo movimiento: la de la vida, por así decir vegetal, de los instintos; la de la vida animal de los sentimientos y, finalmente, la corriente de la vida propiamente humana, caracterizada por el pensamiento y la palabra. Algo así como si en nosotros existiesen tres personas. Pero donde todo está entremezclado de una extraña manera.

Podemos apreciar entonces el valor de la introspección como método de trabajo práctico que permite conocerse y entrar en sí mismo. A medida que progresamos nos damos más y más cuenta de la real situación en que nos encontramos. En definitiva, el contenido interior del hombre es análogo a un recipiente lleno de limaduras en estado de mezcla por acción mecánica, de modo tal que cualquier choque sufrido por el recipiente provocará un desplazamiento de las partículas de limadura. Es así como la vida real escapa al ser humano, a causa de ese cambio permanente de su vida interior.

No obstante, esta insensata y peligrosa situación puede ser favorablemente modificada. Ello requiere trabajo, esfuerzos conscientes y sostenidos. La introspección mantenida incansablemente trae como consecuencia una sensibilización interior que, a su vez, intensificará la amplitud y frecuencia de los movimientos en ocasión del desplazamiento de las partículas de limadura. De esta forma, los choques que antes pasaban desapercibidos provocarán de ahí en adelante vivas reacciones. Por su continua amplificación, estos movimientos llegarán a producir un frotamiento de tal intensidad entre las partículas de limadura, que un día se podrá sentir el fuego interior encenderse en sí.

No basta una simple llamarada ni basta que el fuego arda bajo las cenizas. Un fuego vivo, ardiente, una vez encendido debe ser cuidadosamente mantenido por la voluntad de afinar y cultivar la sensibilidad. Si esto ocurre, nuestro estado puede cambiar: "el calor de la llama provocará en nosotros la soldadura".

De ahí en adelante el contenido interior ya no formará un conglomerado de partículas de limadura; formará un bloque. Los choques sufridos ya no provocarán en el hombre, como antes, un cambio interior. Alcanzado este punto, habrá adquirido la firmeza y permanecerá él mismo en medio de las tempestades de la vida.

Fragmento del libro: "Gnosis I", de Boris Mouravieff.

Aprovechando Adversidades.

Nuestra actitud hacia la vida es la que influencia, y en muchos casos hasta determina, el desenlace de lo que nos proponemos lograr, por esto es importante decidir conscientemente cuál es la actitud que deseamos adoptar ante cada situación que se nos presenta, especialmente si consideramos que la situación nos es adversa.

Si en lugar de decidir considerar que tenemos algo en contra, elegimos aceptar, encarar y conquistar un reto que nos presenta la vida, y agradecemos la oportunidad que nos brinda de triunfar, estaremos avanzando en gran medida hacía el Éxito y la Felicidad en nuestra vida.

Suena sencillo, pero ¿Cómo lograrlo?. Simple, solo necesitamos considerar unos detalles muy naturales.

Emociones: Ante cualquier situación adversa es común sentirse agobiado, impotente, indefenso, y una amplia gama de otras emociones. Y es justamente en nuestras emociones que necesitamos comenzar a trabajar, ante la presencia de un reto. Necesitamos ordenarlas de manera que nos permitan pensar claramente sobre la situación, y así lograr una apreciación objetiva de los hechos.

Podemos manejar las emociones de diversas maneras. Podemos respirar profundo y pausadamente, contar hasta diez, darnos un baño, escuchar música suave, cambiar nuestro ambiente, hacer algo de ejercicio, cualquier cosa que nos ayude a relajarnos y percibir los hechos tal como son, y no como sentimos que nos amenazan.

La necesidad de dar este paso es muy sencilla, si no administramos nuestras emociones, estas terminarán por manejarnos a nosotros.

Hechos: Permanecer centrado en los hechos puede simplificar enormemente el proceso de aprovechar las adversidades al concentrarnos en: ¿Qué ocurrió realmente?, ¿Cuál fue la causa de la situación?, ¿Qué parte fue ocasionada por mi, y qué parte por otros?, ¿Cuáles son las opciones?, ¿Puedo crear otras opciones?, ¿Cómo otras personas en condiciones similares, han resuelto situaciones similares?, ¿Qué puedo hacer yo para mejorar la situación?.

La información es clave para tomar decisiones acertadas, y si nos mantenemos centrados en los hechos, estaremos en mejores condiciones de evaluar las situaciones que se nos presentan de manera clara, y en ocasiones hasta podremos encontrar oportunidades donde antes solo veíamos adversidades.

Actuar: Ante cualquier situación es importante actuar, quedarse paralizado o huir generalmente contribuye poco a la solución. Al plantearse obrar considere que no importa cuan pequeña pueda ser su acción, si la dirige apropiadamente, seguramente facilitará una salida.

Cuando actuamos sentimos que tenemos por lo menos algo de influencia sobre los hechos que acontecen, y eso nos motiva a comprometernos con encontrar una solución.

Es importante ser cuidadosos de no resistir la situación que se nos presenta, recordemos que "Lo que Resistes, Persiste", pero plantear vías alternas y concentrarnos en esas vías, pues "Aquello en lo que te Concentras, Aumenta".

Y tal vez esa sea la solución que todos estaban deseando, solo que pocos pueden ver una alternativa ante una situación que consideran apremiante. Recuerde que no necesita hacer algo grande para hacer una diferencia, en la vida son los pequeños detalles los que hacen las grandes diferencias.

Contener: Sin importar cuan inmensa nos parezca una situación, casi siempre podemos encontrar una manera de limitar su impacto. Como dijo una vez Robert Collier "En cada adversidad yace la semilla de una equivalente ventaja. En cada derrota hay una lección que le muestra como obtener la victoria la próxima vez." Aun las peores situaciones pueden tornarse ventajosas si nos preguntamos ¿Cómo puedo sacarle ventaja a esta situación?, ¿Cómo puedo limitar la influencia de esta situación?, ¿Cómo puedo reducir el tiempo que durará esta situación?.

Una vez que obtenga las respuestas, Actúe, esa es la manera de contener las situaciones antes de que impacten otras áreas de nuestra vida. Al actuar nos sentiremos confiados de poder hacer algo al respecto y lo lograremos.

Pasos: Una vez que encontramos los pasos que necesitamos tomar para aprovechar las adversidades que se nos presentan en la vida y convertirlas en oportunidades, es importante recordar que no necesitamos hacerlo todo de una vez, lo cual podría hacernos sentir abrumados, pero que si es importante avanzar paso a paso.

La Madre Teresa de Calcuta conocía muy bien este principio como lo atestiguan sus palabras al referirse a su propia obra. "El trabajo de todos es solo una gota en el océano, pero si no ponemos nuestra gota, el océano tendría una gota menos. Lo mismo para usted. Lo mismo para su familia, Lo mismo para la iglesia que atiende. Simplemente comience, uno, uno, uno".

La Madre Teresa no intentó influenciar positivamente la vida de todos los pobres del mundo, pero si se ocupó de atender a todos los que estaban a su alcance cada día, uno por uno. Como resultado, sus centros de atención a los necesitados continúan expandiéndose por todo el mundo, aun después de su partida.

Ella encaraba una adversidad a la vez, y lenta pero confiadamente superaba los retos encontrando las oportunidades que le brindaban. De la misma manera podemos hacer nosotros en nuestras vidas. Y hacer al menos una cosa, por muy pequeña que sea, cada día, y notaremos como cambian las situaciones.

Resultados: A medida que cambiamos nuestra actitud siguiendo los anteriores pasos y avanzamos, encontramos que las adversidades que se presentan en nuestra vida se convierten en estímulos que nos motivan hacía la Excelencia, permitiéndonos descubrir oportunidades para crecer. Y a partir de ese momento reconocemos la grandeza que reside en nosotros y espera la oportunidad de manifestarse para hacer realidad la vida que deseamos y nos merecemos.

¡Que Aproveche sus Oportunidades!

Fuente: Helios3000.

Las Dos Espigas. Gaspar Núñez de Arce.

Cuentan que una rubia espiga,
humilde al par que discreta,
inclinaba blandamente
sobre el tallo su cabeza.

Y cuentan que al lado suyo
levantábala soberbia,
otra espiga a quien el aura
besaba amorosa y tierna.

-¡Hola!- con acento altivo
preguntó a su compañera-:
¿por qué humilláis vuestra frente
con mal fingida modestia?
Aprended de mí, que, osada,
domino como una reina
sobre la plebe de espigas
que en el campo me rodea.
Su calor me da el estío,
y el aura de la pradera,
como un beso de las flores,
me trae el perfume de ellas.
En tanto vos, abatida,
dobláis la frente, que emblema
parece del sentimiento
cuando no de la impotencia.

-¡Callad¡- replicó la otra-:
si alzáis la cabeza inquieta,
mientras que inclino la mía
hacia mi madre, la Tierra,
abrumada por un peso
que no sostiene la vuestra,
es porque rica de trigo
estoy, y vos estáis seca.

Según dice cierto sabio,
la fábula no es perfecta,
como no tenga al principio
o al fin una moraleja.

Deducirla de ésta es fácil,
pues al más torpe le enseña
que da la ignorancia orgullo,
y que da humildad la ciencia.

Meditación 4. Anthony de Mello.

"... Y el joven se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes" (Mc. 10,22).

¿Has pensado alguna vez que has sido "programado" para ser infeliz y que, por lo tanto, hagas lo que hagas para obtener la felicidad, estás abocado al fracaso? Es como si introdujeras una serie de ecuaciones matemáticas en un ordenador, y éste fallara cada vez que pulsas el teclado para obtener un pasaje de Shakespeare. Si quieres ser feliz, no necesitas hacer ningún tipo de esfuerzo; ni siquiera necesitas buena voluntad o buenos deseos, sino comprender con claridad de qué manera has sido "programado" exactamente.

Lo que ha ocurrido es lo siguiente: primero, tu sociedad y tu cultura te han enseñado a creer que no puedes ser feliz sin determinadas personas y determinadas cosas. Echa un vistazo a tu alrededor, y por todas partes verás personas que en realidad han construido sus vidas sobre la creencia que sin determinadas cosas - dinero, poder, éxito, aceptación, fama, amor, amistad, espiritualidad, Dios... - no pueden ser felices. ¿Cuál es la combinación exacta en tu caso?

Una vez que te has "tragado" tu creencia, has desarrollado instintivamente un especial apego a esa persona o cosa, sin la que estabas convencido de no poder ser feliz. Luego vinieron los consabidos esfuerzos por adquirirla, aferrarte a ella una vez conseguida y eliminar toda posibilidad de perderla. Todo ello te llevó finalmente a una servil dependencia emocional de ella, hasta el punto de concederle el poder de hacerte estremecer al conseguirla, de angustiarte ante la posibilidad de verte privado de ella y entristecerte en el caso de perderla efectivamente.

Detente ahora por unos momentos y contempla horrorizado la lista interminable de ataduras que te tienen preso. Piensa en cosas y personas concretas, no en abstracciones... Una vez que tu apego a ellas se hubo apoderado de ti, comenzaste a esforzarte al máximo, en cada instante de tu vida consciente, por reordenar el mundo que te rodeaba, en orden a conseguir y conservar los objetos de tu adhesión. Es ésta una agotadora tarea que apenas te deja energías para dedicarte a vivir y disfrutar plenamente la vida. Pero, además, es una tarea imposible en un mundo que no deja de cambiar y que tú, sencillamente, no eres capaz de controlar. Por eso, en lugar de una vida de plenitud y serenidad, estás condenado a vivir una vida de frustración, ansiedad, preocupación, inseguridad, incertidumbre y tensión.

Durante unos pocos y efímeros momentos, el mundo, efectivamente, cede a tus esfuerzos y se acomoda a tus deseos, y gozas entonces de una pasajera felicidad. Mejor dicho: experimentas un instante de placer, que en modo alguno sustituye la felicidad, porque viene acompañado de un difuso temor a que, en cualquier momento, ese mundo de cosas y personas que con tanto esfuerzo has conseguido construir escape a tu control y te llene de frustración, que es algo que, tarde o temprano, acaba siempre por suceder.

Hay algo aquí que conviene meditar: siempre que te encuentras inquieto o temeroso, es porque puedes perder o no conseguir el objeto de tu deseo, ¿no es verdad? Y siempre que sientes celos, ¿no es porque alguien puede llevarse aquello a lo que tú estás apegado? ¿Acaso tu irritación no se debe a que alguien se interpone entre ti y lo que deseas? Observa la paranoia que te entra cuando ves amenazado el objeto de tu adhesión o de tu afecto: no eres capaz de pensar con objetividad, y toda tu visión se deforma, ¿no es así? Y cuando te encuentres fastidiado, ¿no es porque no has conseguido en suficiente medida lo que tú crees que puede hacerte feliz o por lo que sientes apego? Y cuando estás deprimido y triste, ¿acaso no ve todo el mundo que es porque la vida no te da aquello sin lo que estás convencido de que no puedes ser feliz? Casi todas las emociones negativas que experimentas son fruto directo de un apego de este tipo.

Así pues estás agobiado por la carga de tus ataduras... y luchando desesperadamente por alcanzar la felicidad precisamente aferrándote a dicha carga. La sola idea es verdaderamente absurda. Pero lo trágico es que ése es el único método que nos han enseñado para lograr la felicidad (un método seguro, por otra parte para producir desasosiego, frustración y tristeza). A casi nadie le han enseñado que, para ser auténticamente feliz, una sola cosa es necesaria: desprogramarse, liberarse de esas ataduras.

Cuando uno descubre esta palmaria verdad, le aterra pensar el dolor que pude suponerle el liberarse de sus ataduras. Pero lo cierto es que no se trata de un proceso doloroso, ni mucho menos. Al contrario: liberarse de las ataduras constituye una tarea absolutamente gratificante, con tal de que el instrumento empleado para ello no sea la fuerza de voluntad ni la renuncia, sino la visión. Todo cuanto tienes que hacer es abrir los ojos y ver que, de hecho, no necesitas en absoluto eso a lo que estás tan apegado; que has sido programado y condicionado para creer que no puedes ser feliz o que no puedes vivir sin esa persona o cosa determinada. Seguramente recuerdas la angustia que experimentaste cuando perdiste a alguien o algo que era para ti de incalculable valor; probablemente estabas seguro de que nunca más volverías a ser feliz. Pero, ¿qué sucedió después? Pasó el tiempo, y aprendiste a arreglártelas perfectamente, ¿no es así? Aquello debería haberte hecho ver la falsedad de tu creencia, la mala pasada que estaba jugándote tu mente "programada".

Un apego no es un hecho. Es una creencia, una fantasía de tu mente, adquirida mediante una "programación". Si esa fantasía no existiera en tu mente, no estarías apegado. Amarías las cosas y las personas y disfrutarías de ellas; pero, al no existir la creencia, disfrutarías de ellas sin ataduras de ningún tipo. ¿Existe, de hecho, otra forma de disfrutar realmente de algo? Pasa revista a todos tus apegos y ataduras, y dile a cada persona u objeto que te venga a la mente:

"En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz". Limítate a hacer esto con toda honradez, y verás el cambio que se produce en ti: "En realidad no estoy apegado a ti en absoluto. Tan sólo estoy engañándome a mí mismo creyendo que sin ti no puedo ser feliz".

Del libro Una llamada al Amor, de Anthony de Mello.

Los Dos Lobos. Autor: ¿?

Un viejo indio de una tribu estaba teniendo una charla con sus nietos acerca de la vida. El viejo les dijo:

“¡Una gran pelea está ocurriendo dentro de mí!... ¡es entre dos lobos!

Uno de los lobos es la maldad, temor, ira, envidia, dolor, rencor, avaricia, arrogancia, culpa, resentimiento, inferioridad, mentira, orgullo, egolatría, competencia, superioridad.

El otro es bondad, alegría, paz, amor, esperanza, serenidad, dulzura, humildad, generosidad, benevolencia, amistad, empatía, verdad, compasión y fe.

Esta misma pelea está ocurriendo dentro de ustedes y dentro de todos los seres de la tierra”.

Lo pensaron por un minuto y uno de los niños le preguntó a su abuelo:

“¿Y cuál de los lobos crees que ganará?”

Y el viejo indio respondió simplemente...

“El que más alimentes...”

La conquista de la felicidad (fragmento). Bertrand Russell.

"Quien haya comprendido, aunque sea temporal y pasajeramente, lo que constituye la grandeza del alma, no puede ser feliz preocupándose egoístamente por cosas triviales y temeroso de lo que el destino le reserve. El hombre capaz de esta grandeza de alma tendrá abiertas las ventanas de su mente, para airearla, a los vientos más apartados del Universo. Se contemplará a sí mismo, al mundo y a la vida, con toda la verdad que las limitaciones humanas le permitan; comprendiendo la brevedad e insignificancia de la vida humana, entenderá asimismo que en el cerebro del hombre se concentra todo lo que encierra el mundo de valioso; y verá que el hombre, cuyo cerebro refleja el mundo, es, en cierto modo, tan grande como el mundo. Al emanciparse de los miedos que agobian al esclavo de las circunstancias, experimentará una profunda alegría, y a través de todas las vicisitudes de su vida exterior, será profundamente feliz interiormente".

Bertrand Russell.

Un plan más grande. Sri Aurobindo.

Ya no me sustenta el atractivo grito de la vida,
Su alegría y su dolor, su encanto, el laúd de su risa.
Silenciados están los mágicos momentos de la flauta,
Y la forma y el color y el breve éxtasis.

Quiero escuchar, en la solitaria amplitud de mi espíritu
La Voz que habla cuando los labios mortales han callado:
Busco la maravilla de las cosas absolutas
Nacidas del silencio de la Eternidad.

Hay una necesidad en el alma del hombre
Que los esplendores de superficie nunca sacian;
Porque la vida y la mente, y su gloria y su debate,
Son el lento preludio de un tema más vasto,
El confuso bosquejo de un plan divino,
Un prefacio para la épica del Supremo.

Tercera Máxima. René Descartes.

Mi tercera máxima fue procurar siempre vencerme a mí mismo antes que a la fortuna, y alterar mis deseos antes que el orden del mundo, y generalmente acostumbrarme a creer que nada hay que esté enteramente en nuestro poder sino nuestros propios pensamientos, de suerte que después de haber obrado lo mejor que hemos podido, en lo tocante a las cosas exteriores, todo lo que falla en el éxito es para nosotros absolutamente imposible.

Y esto sólo me parecía bastante para apartarme en lo porvenir de desear algo sin conseguirlo y tenerme así contento; pues como nuestra voluntad no se determina naturalmente a desear sino las cosas que nuestro entendimiento le representa en cierto modo como posibles, es claro que si todos los bienes que están fuera de nosotros los consideramos como igualmente inasequibles a nuestro poder, no sentiremos pena alguna por carecer de los que parecen debidos a nuestro nacimiento, cuando nos veamos privados de ellos sin culpa nuestra, como no la sentimos por no ser dueños de los reinos de la China o de Méjico; y haciendo, como suele decirse, de necesidad virtud, no sentiremos mayores deseos de estar sanos, estando enfermos, o de estar libres, estando encarcelados, que ahora sentimos de poseer cuerpos compuestos de materia tan poco corruptible como el diamante o alas para volar como los pájaros.

Pero confieso que son precisos largos ejercicios y reiteradas meditaciones para acostumbrarse a mirar todas las cosas por ese ángulo; y creo que en esto consistía principalmente el secreto de aquellos filósofos, que pudieron antaño sustraerse al imperio de la fortuna, y a pesar de los sufrimientos y la pobreza, entrar en competencia de ventura con los propios dioses.

Pues, ocupados sin descanso en considerar los límites prescritos por la naturaleza, persuadíanse tan perfectamente de que nada tenían en su poder sino sus propios pensamientos, que esto sólo era bastante a impedirles sentir afecto hacia otras cosas; y disponían de esos pensamientos tan absolutamente, que tenían en esto cierta razón de estimarse más ricos y poderosos y más libres y bienaventurados que ningunos otros hombres, los cuales, no teniendo esta filosofía, no pueden, por mucho que les hayan favorecido la naturaleza y la fortuna, disponer nunca, como aquellos filósofos, de todo cuanto quieren.

Del libro Discurso del Método, de René Descartes.

El Predicador. Yalal Al-Din Rumi.

Había un predicador que, cada vez que se ponía a rezar no dejaba de elogiar a los bandidos y desearles toda la felicidad posible. Elevaba las manos al cielo diciendo: "¡Oh, Señor: Ofrece tu misericordia a los calumniadores, a los rebeldes, a los corazones endurecidos, a los que se burlan de la gente de bien y a los idólatras!"

Así terminaba su arenga, sin desear el menor bien a los hombres justos y puros. Un día, sus oyentes le dijeron:

"No es costumbre rezar así. Todos estos buenos deseos dirigidos a los malvados no serán escuchados".

Pero él replicó:

"Yo debo mucho a esa gente de la que habláis y por esa razón ruego por ellos. Me han torturado tanto y me han causado tanto daño que me han guiado hacia el bien. Cada vez que me he sentido atraido por las cosas de este mundo, me han maltratado. Y todos esos malos tratos son la causa por la que me he vuelto hacia la fe".

La Vida como Gimnasio. A. R. Orage.

En una y mil frases indicamos la importancia de la "actitud correcta": “lo tomé con la actitud correcta"; "su actitud no estuvo bien"; "tendrás que cambiar tu actitud si quieres lograrlo"; “la actitud adecuada", y todo eso. ¿Qué queremos decir con "actitud"? Nos referimos al estado general de una persona respecto a algo o, más bien, a su estado emocional al apreciarlo. Si ella siente suspicacia, su actitud es de recelo. Si siente miedo, afecto, confianza, esperanza, su actitud es correspondiente a sus estados internos. Cualquiera sea la emoción u opinión producida por el objeto, la actitud es determinada por ella.

¿Podemos cambiar nuestra actitud hacia las cosas? Es obvio que nuestra actitud puede ser cambiada por nosotros según las circunstancias. De hecho, respecto de la mayoría de los objetos y personas nuestras actitudes cambian casi todos los días. Un día estamos así y así y nos disponemos, consecuentemente, a actuar asá y asá; pero al día siguiente, debido a alguna causa externa o interna, nuestra actitud ha cambiado y somos fríos donde éramos cálidos. La observación de nosotros mismos mostrará con facilidad cuán infinitamente cambiantes somos en nuestras actitudes, esto es, en nuestras respuestas emocionales a las cosas. Pero la cuestión es: ¿podemos cambiar nuestra actitud voluntariamente, a nuestro propio arbitrio, sin el estímulo de un cambio en el objeto? Si pudiéramos hacerlo, estaríamos en la senda de convertirnos en maestros de nuestro propio destino, ya que las circunstancias pueden afectarnos sólo si somos proclives a ello. Si puedo adoptar cualquier actitud que escoja - esto es, tener cualquier emoción que quiera - entonces cualquier cosa que eventualmente suceda es igual para mí. Puedo sentir acerca de ello como me plazca.

Semejante dominio está muy lejano para la mayoría de nosotros; pero no hay duda de que podemos empezar a alcanzarlo. Por ejemplo, cuando nos encontramos en una actitud frente a frente con una situación o persona, que es muy dolorosa como para continuar, tratamos de cambiar el objeto, y, fallando esto, cambiamos nuestro estado en relación a él. La fábula del zorro y las uvas es aplicable aquí. Habiendo tratado en vano de obtener las uvas, el zorro se convence a sí mismo que no estaban maduras. Al imaginarse las uvas ácidas, el zorro indujo una emoción diferente, o una actitud en sí mismo. Dejó de percibir las uvas en la forma apetitosa que las había percibido anteriormente. La conclusión práctica a inferir es que la imaginación es la manera por la cual nuestra actitud puede ser controlada. Nuestras emociones son evocadas por nuestra imaginación; y en la medida que ella esté bajo nuestro control, nuestras emociones y actitudes también los estarán.

Es claro que la actitud dominante de nuestras vidas es nuestra actitud o respuesta emocional hacia la vida misma. Esto colorea todo. Como vulgarmente decimos, algunos "ven todo color de rosa", y otros tienen “una lúgubre visión" de la vida. Otros aún tienen una actitud seria, o atolondrada, o religiosa, o deportiva. Hay tantas actitudes como personas, aunque todas pueden reducirse a un número definido o a grupos. Y en cada caso su actitud dominante determina todas las otras actitudes subordinadas. Por ejemplo, si su actitud característica hacia la vida es sombría, aún sus estados de ánimo pasajeros de alborozo serán afectados; ellos serán, muy probablemente, intensos y breves. 0 si su actitud dominante es festiva y despreocupada, sus momentos de depresión pueden ser profundos pero fugaces. Prácticamente toda doctrina, religiosa o seglar, y toda enseñanza, institucional o personal, tiene por objetivo la inducción de un cambio en la actitud hacia la vida. Igualmente, la mayoría de los sistemas de terapia, incluyendo la Ciencia Cristiana y el Psicoanálisis, apuntan consciente o inconscientemente a producir un cambio medular - o de actitud - en sus prosélitos o pacientes. Así, todo el énfasis ha sido colocado en los efectos sobre el organismo como una totalidad, por lo que todo método que apunte al mejoramiento de la persona debe comenzar por corregir la actitud hacía la vida.

Hemos visto que la actitud es condicionada por la imaginación. Lo que usted imagine que una cosa es, necesariamente tiene que sentirla así. Si se imagina que una cuerda enrollada sobre el camino es una serpiente, sentirá y actuará de acuerdo a ello. Cuando descubra su error, y tenga una visión acertada de la cuerda, su actitud emocional cambiará.

¿Cómo es nuestra imaginación en la vida? ¿Cómo tomamos las cosas? Para nosotros, ¿es una cuerda enrollada o una serpiente? Puede resultar imposible el saber, sin estar sujeto a error, lo que la vida es; pero en tal caso, somos libres de imaginar que ella es lo que nos plazca; y es sólo sentido común imaginarla como algo útil. Todos los sistemas religiosos y similares pretenden inducir en nosotros una actitud útil hacia la vida; esto es, una actitud en la cual actuemos libre y útilmente para con nosotros mismos o alguien más. Algunas religiones y sistemas intentan inducir una actitud de sumisión hacia la vida, con el propósito de hacer uso de nosotros para su propio provecho. Otros – muy pocos – intentan provocar una actitud activa o creativa en nosotros para comprometernos a una cooperación voluntaria. Y todos ellos proceden igualmente con un método común, cambiando nuestra imaginación acerca de la vida.

Podemos nombrar algunos cuadros típicos, cada uno de los cuales al ser recordado, nos inspira o hace evocar sus propias emociones y consecuente conducta. Existe el cuadro "Puritano", que representa la vida como un estricto y estrecho colegio. Esto evoca la actitud del nervioso escolar en constante presencia del severo maestro. Otro es el cuadro " Pagano" de la vida, como una orgía de dioses griegos invitando a los hombre a beber y festejar con ellos. La visión "Seria" de la vida imagina a "Dios" luchando con unas casi impotentes fuerzas por la redención de la materia. La emoción o actitud evocada es del tipo de "ayudando al pobre Padre". La visión "Científica" aprecia la vida como un mecanismo insignificante que no va a ninguna parte. La visión "Estética" estima la vida como un artista, produciendo y exhibiendo obras de arte, con el hombre como su espectador apreciativo. Y así, cada visión es diseñada para evocar una actitud o respuesta emocional útil para alguien u otros, ya sean los predicadores o sus congregaciones.

Puede ser que cada visión, a su tiempo, sea útil; pero, para la mayoría de nosotros, en los tiempos actuales, la imagen de la vida como un gimnasio es un tónico muy necesario. Compare la diferencia en su actitud - respuesta emocional - al entrar a un gimnasio respecto de entrar en, digamos, un cabaret, un salón de conferencias, o una casa en duelo. Trate de darse cuenta de cómo realmente se siente. En un gimnasio usted está motivado por la intención de fortalecerse, disfrutando las dificultades que usted mismo elige afrontar. Se va sintiendo cada vez más vigoroso y eficaz. La concepción griega clásica de la vida era exactamente esa. Todo el mundo sabe que el Gimnasio, con sus conferencias y discusiones tanto como por el ejercicio físico, fue la institución más popular de la Grecia Pitagórica. Lo que no es tan bien conocido es que para los griegos el Gimnasio fue un símbolo de la vida por sí mismo. Sus dioses manejaban este planeta como un gimnasio para el ejercicio de los hombres, y todas las experiencias debían ser consideradas como movimientos, jugadas, intervalos, luchas, carreras, competencias, etc. Los modernos encontrarán lo que los antiguos encontraron en esta imagen de la vida: la evocación de una emoción creativa.

Es difícil ver en qué otra dirección nosotros los modernos podemos buscar una nueva imagen y consecuente actitud hacia la vida. No tenemos muchas posibilidades en la religión en su forma tradicional. La bondad habitual - en el sentido de hacer lo que otros llaman bueno - no es un llamado a la inteligencia. Ahora, después de las sucesivas guerras, la fe en el progreso del mundo es superstición. Pero la limpia y fuerte idea de la vida como un campo de ejercicios para el desarrollo de todos nuestros músculos - físicos, emocionales, intelectuales - tiene aún la incorruptible cualidad de un idealismo apto tanto para el hombre como para la mujer. Y una vida vivida en esa actitud tendría que ser tan interesante como provechosa.

Las muletas. Historia sufi.

Una vez un hombre se lastimó una pierna. Tuvo que caminar con una muleta. Esta muleta le resultaba muy útil, tanto para caminar como para muchas otras cosas. Enseñó a toda su familia a usar muletas, transformándose pronto en un objeto utilizado en la vida diaria. Era parte de la ambición de todos el llegar a poseer una muleta. Algunas estaban hechas de marfil, otras adornadas con oro. Se abrieron escuelas para enseñar su uso; fueron creadas cátedras para ocuparse de los aspectos superiores de esta ciencia.

Unas pocas, muy pocas, personas empezaron a caminar sin muletas, Esto era considerado escandaloso, absurdo. Además existían tantos usos para las muletas. Algunos protestaron y fueron castigados. Trataron de demostrar que una muleta podía ser usada a veces, cuando fuese necesario, o que muchos de los usos que se le daban a las muletas podrían ser suministrados de otras formas. Pocos escucharon. Para vencer los prejuicios, algunas personas que podían caminar sin ellas comenzaron a actuar de una manera totalmente diferente a la establecida por la sociedad. No obstante, seguían siendo pocos.

Cuando se descubrió que, habiendo usado muletas durante tantas generaciones, pocas personas podían, de hecho, caminar sin ellas, la mayoría «demostró» que eran necesarias.

«Aquí - dijeron - tenemos un hombre. Traten de hacerlo caminar sin muletas. ¿Ven? No puede.»

«Pero nosotros estamos caminando sin muletas», les recordaron los que caminaban normalmente.

«Eso no es cierto, es una mera fantasía de ustedes», dijeron los tullidos, que para entonces también estaban volviéndose ciegos; ciegos porque se rehusaban a ver.

El mito de la caverna. Platón.

- Después de eso -proseguí - compara nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación con una experiencia como ésta. Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor las cabeza. Más arriba y más lejos se halla l luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos.

- Me lo imagino.

- Imagínate ahora que, del otro lado del tabique, pasan sombras que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.

- Extraña comparación haces, y extraños son esos prisioneros.

- Pero son como nosotros. Pues en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las sombras proyectadas por el fuego en la parte de la caverna que tienen frente a sí?

- Claro que no, si toda su vida están forzados a no mover las cabezas.

- ¿Y no sucede lo mismo con los objetos que llevan los que pasan del otro del tabique?

- Indudablemente.

- Pues entonces, si dialogaran entre sí, ¿no te parece que entenderían estar nombrando a los objetos que pasan y que ellos ven?

- Necesariamente.

- Y si la prisión contara con un eco desde la pared que tienen frente a sí, y alguno de los que pasan del otro lado del tabique hablara, ¿ no piensas que creerían que lo que oyen proviene de la sombra que pasa delante de ellos?

- ¡Por Zeus que sí!

- ¿Y que los prisioneros no tendrían por real otra cosa que las sombras de los objetos artificiales transportados?

- Es de toda necesidad.

- Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz y , al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿ Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora en cambio, está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿ no piensas que se sentiría en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora?

- Mucho más verdaderas.

- Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿ no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?

- Así es.

- Y si a la fuerza se lo arrastrara por por una escarpada y empinada cuesta, sin soltarlo antes de llegar hasta la luz del sol, ¿ no sufriría acaso y se irritaría por ser arrastrado y, tras llegar a la luz, tendría los ojos llenos de fulgores que le impedirían ver uno solo de los objetos que ahora decimos que son los verdaderos ?

- Por cierto, al menos inmediatamente.

- Necesitaría acostumbrarse, para poder llegar a mirar las cosas de arriba. En primer lugar miraría con mayor facilidad las sombras, y después las figuras de los hombres y de los otros objetos reflejados en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y el cielo mismo, mirando la luz de los astros y la luna más facilmente que, durante el día, el sol y la luz del sol.

- Sin duda.

- Finalmente, pienso, podría percibir el sol, no ya en imágenes en el agua o en otros lugares que le son extraños, sino contemplarlo cómo es en sí y por sí, en su propio ámbito.

- Necesariamente.

- Después de lo cual concluiría, con respecto al sol, que es lo que produce las estaciones y los años y que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún modo es causa de las cosas que ellos habían visto.

- Es evidente que, después de todo esto, arribaría a tales conclusiones.

- Y si se acordara de su primera morada, del tipo de sabiduría existente allí y de sus entonces compañeros de cautiverio, ¿no piensas que se sentiría feliz del cambio y que los compadecería?

- Por cierto.

- Respecto de los honores y elogios que se tributaban unos a otros, y de las recompensas para aquel que con mayor agudeza divisara las sombras de los objetos que pasaban detrás del tabique, y para el que mejor se acordase de cuáles habían desfilado habitualmente antes y cuáles después, y para aquel de ellos que fuese capaz de adivinar lo que iba a pasar, ¿te parece que estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más estaría deseoso de todo eso y que envidiaría a los más honrados y poderosos entre aquéllos? ¿ O más bien no le pasaría como al Aquiles de Homero, y "preferiría ser un labrador que fuera siervo de un hombre pobre" o soportar cualquier otra cosa, antes que volver a su anterior modo de opinar y a aquella vida ?

- Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida.

- Piensa ahora esto: si descendiera nuevamente y ocupara su propio asiento, ¿ no tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, al llegar repentinamente del sol?

- Sin duda.

- Y si tuviera que discriminar de nuevo aquellas sombras, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento las cadenas, y viera confusamente hasta que sus ojos se reacomodaran a ese estado y se acostumbraran en un tiempo nada breve, ¿ no se expondría al ridículo y a que se dijera de él que, por haber subido hasto lo alto, se había estropeado los ojos, y que ni siquiera valdría la pena intenar marchar hacia arriba? Y si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz, ¿ no lo matarían, si pudieran tenerlo en sus manos y matarlo?

- Seguramente.

- Pues bien, querido Glaucón, debemos aplicar íntegra esta elegoría a lo que anteriormente ha sido dicho, comparando la región que se manifiesta por medio de la vista con la morada-prisión, y la luz del fuego que ha en ella con el poder del sol; compara, por otro lado, el ascenso y contemplación de las cosas de arriba con el camino del alma hacia el ámbito inteligible, y no te equivocarás en cuanto a lo que estoy esperando, y que es lo que deseas oír. Dios sabe si esto es realmente cierto; en todo caso, lo que a mi me parece es que lo que dentro de lo cognoscible se ve al final, y con dificultad, es la Idea del Bien. Una vez percibida, ha de concluirse que es la causa de todas las cosas rectas y bellas, que en el ámbito visible ha engendrado la luz y al señor de ésta, y que en el ámbito inteligible es señora y productora de la verdad y de la inteligencia, y que es necesario tenerla en vista para poder obrar con sabiduría tanto en lo privado como en lo público.

- Comparto tu pensamiento, en la medida que me es posible.

- Mira también si lo compartes en esto: no hay que asombrarse de que quienes han llegado allí no estén dispuestos a ocuparse de los asuntos humanos, sino que sus almas aspiran a pasar el tiempo arriba; lo cual es natural, si la alegoría descrita es correcta también en esto.

- Muy natural.

- Tampoco sería estraño que , de contemplar las cosas divinas, pasara a las humanas, se comportase desmañadamente y quedara en ridículo por ver de modo confuso y, no acostumbrado aún en forma suficiente a las tinieblas circundantes, se viera forzado, en los tribunales o en cualquier otra parte, a disputar sobre sombras de justicia o sobre las figurillas de las cuales hay sombras, y a reñir sobre esto del modo en que esto es discutido por quienes jamás han visto la justicia en sí.

- De ninguna manera sería extraño.

- Pero si alguien tiene sentido común , recuerda que los ojos pueden ver confusamente por dos tipos de perturbaciones: uno al trasladarse de la luz a la tiniebla, y otro de la tiniebla a la luz; y al considerar que esto es lo que le sucede al alma, en lugar de reírse irracionalmente cuando la ve perturbada e incapacitada de mirar algo, habrá de examinar cuál de los dos casos es: si es que al salir de una vida luminosa ve confusamente por falta de hábito, o si, viniendo de una mayor ignorancia hacia lo más luminoso, es obnubilada por el respalndor.Así, en un caso se felicitará de lo que le sucede y de la vida a que accede; mientras en el otro se apiadará, y si se quiere reír de ella, su risa será menos absurda que si se descarga sobre el alma que desciende de la luz.

En la muerte está la inmortalidad. Krishnamurti.

Por cierto, en el morir hay renovación, ¿no es así? Sólo en la muerte algo nuevo surge a la existencia. No le estoy brindando consuelo. Esto no es algo en lo que pueda creer o pensar, o que pueda examinar y aceptar intelectualmente, porque entonces lo convertirá en otro consuelo, tal como ahora cree en la reencarnación o en la continuidad en el más allá, etcétera. Pero lo real es que, para aquello que continúa, hay renacimiento, hay renovación.

Por lo tanto, la renovación, el renacimiento está en el morir de cada día. Eso es la inmortalidad. En la muerte está la inmortalidad; no en la muerte que usted teme, sino en la muerte de las conclusiones previas, de los recuerdos, de las experiencias, con todo lo cual usted se ha identificado como el «yo». En el morir del «yo» a cada instante hay eternidad, hay inmortalidad, hay algo que ha de experimentarse; no es para que se especule o se diserte al respecto, como hacen ustedes con la reencarnación y toda esa clase de cosas [...].

Cuando uno ya no tiene miedo, porque hay un morir a cada instante y, por lo tanto, una renovación, entonces se halla abierto a lo desconocido. La realidad es lo desconocido. La muerte es también lo desconocido. Pero decir que la muerte es bella, maravillosa, porque continuaremos en el más allá y toda esa insensatez, carece de realidad. Lo real es ver la muerte tal como es: un final, un final en el que hay renovación, renacimiento, no una continuidad. Porque aquello que continúa se deteriora, y lo que tiene el poder de renovarse a sí mismo es eterno.

Krishnamurti.

El elefante y la estaca. Jorge Bucay.

Cuando yo era pequeño me encantaban los circos, y lo que más me gustaba de los circos eran los animales. Me llamaba especialmente la atención el elefante, que, como más tarde supe, era también el animal preferido por otros niños. Durante la función, la enorme bestia hacía gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Pero después de su actuación y hasta poco antes de volver al escenario, el elefante siempre permanecía atado a una pequeña estaca clavada en el suelo con una cadena que aprisionaba sus patas.

Sin embargo, la estaca era sólo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en el suelo. Y, aunque la cadena era gruesa y poderosa, me parecía obvio que un animal capaz de arrancar un árbol de cuajo con su fuerza, podría liberarse con facilidad de la estaca y huir. El misterio sigue pareciéndome evidente. ¿Qué lo sujeta entonces? ¿Por qué no huye?

Cuando tenía cinco o seis años, yo todavía confiaba el la sabiduría de los mayores. Pregunté entonces a un maestro, un padre o un tío por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba porque estaba amaestrado.

Hice entonces la pregunta obvia: Si está amaestrado, ¿por qué lo encadenan?

No recuerdo haber recibido ninguna respuesta coherente. Con el tiempo, olvidé el misterio del elefante y la estaca, y sólo lo recordaba cuando me encontraba con otros que también se habían hecho esa pregunta alguna vez.

Hace algunos años, descubrí que, por suerte para mí, alguien había sido lo suficientemente sabio como para encontrar la respuesta: El elefante del circo no escapa porque ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. Cerré los ojos e imaginé al indefenso elefante recién nacido sujeto a la estaca. Estoy seguro de que, en aquel momento, el elefantito empujó, tiró y sudó tratando de soltarse. Y, a pesar de sus esfuerzos, no lo consiguió, porque aquella estaca era demasiado dura para él. Imagine que se dormía agotado y que al día siguiente lo volvía a intentar, y al otro día, y al otro…

Hasta que, un día, un día terrible para su historia, el animal aceptó su impotencia y se resignó a su destino. Ese elefante enorme y poderoso que vemos en el circo no escapa porque, pobre, cree que no puede. Tiene grabado el recuerdo de la impotencia que sintió poco después de nacer. Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese recuerdo. Jamás, jamás intentó volver a poner a prueba su fuerza…

La última hora de vida. George Gurdjieff.

Imagina, que sólo tienes unos pocos minutos, tal vez una hora para vivir; de alguna manera has descubierto exactamente cuando morirás. ¿Qué harías con esta preciosa hora de estadía en la Tierra? ¿Serías capaz de completar todas tus cosas en esta última hora, tienes una idea consciente sobre cómo hacerlo?

Y soltando tu último aliento ¿Sentirías satisfacción al saber que has hecho todo lo posible en esta vida, para darte cuenta que estás presente constantemente, siempre vibrando, siempre esperando, como un hijo esperando a su padre marinero? En el mundo manifestado todo tiene su principio y su final. En el Mundo Real, todo esta siempre presente y un hermoso día se te permitirá olvidar todo y dejar el mundo “para siempre”.

La libertad vale un millón de veces más que la liberación. El hombre libre, aunque esté en esclavitud, sigue siendo un maestro de si mismo. Por ejemplo, si te doy algo, digamos un coche, el cual no tiene combustible, el coche no se puede mover. Tu coche necesita un combustible especial, pero solamente tú puedes definir qué tipo de combustible se necesita y dónde conseguirlo.

Tienes que definirte a ti mismo, como digerir mis ideas para hacerlas tuyas, para que te pertenezcan sólo a ti. Tu coche no puede trabajar con el mismo combustible con el que trabaja el mío. Te sugiero sólo el material principal. Tienes que sacar de éste lo que puedas usar. Entonces, más valerosamente, siéntate al volante.

La vida orgánica es muy frágil. El cuerpo planetario puede morir en cualquier momento. Siempre está a un paso de la muerte. Y si te las arreglas para vivir un día mas, es sólo una oportunidad accidental dada por la naturaleza. Si pudieras vivir una hora mas, puedes considerarte una persona afortunada. Desde el momento de la concepción estamos viviendo tiempo prestado.

Viviendo en este mundo tienes que sentir la muerte cada segundo, así que resuelve todos tus asuntos pendientes, incluso en tu última hora, ¿Pero cómo puede alguien saber exactamente cual es su última hora? Para sentirte seguro reconcíliate con la naturaleza y contigo mismo en cada hora que se te dé, entonces nunca se te encontrará desprevenido. Al hombre se le tiene que enseñar esto empezando desde la escuela: como respirar, comer, moverse y morir mejor. Esto tiene que convertirse en una parte de un programa educacional. En este programa es necesario incluir la enseñanza sobre como darse cuenta de la presencia del “Yo” y también cómo establecer conciencia.

Pregunta: ¿Cómo actuar si no sientes que hay algo sin acabar?

Gurdjieff contestó después de una pausa. Respiró profundamente y respondió:


Pregúntate quien estará en dificultades si mueres como un perro. En el momento de la muerte tienes que estar totalmente consciente de ti mismo y sentir que has hecho todo lo posible para usar todo, dentro de tus capacidades, en esta vida que te fue dada. Ahora no sabes mucho sobre ti mismo. Pero con cada día que excaves más y más profundamente dentro de este montón de huesos empezarás a saber más y más detalles. Día a día encontraras lo que deberías haber hecho y lo que tienes que rehacer dentro de las cosas que has hecho. Un hombre de verdad, es aquel que pudo tomar de la vida todo lo que era valioso de esta, y decir: “Y ahora puedo morir”. Debemos tratar de vivir nuestras vidas de manera que podamos decir cualquier día: “Hoy me puedo morir sin arrepentirme de nada”.

Nunca gastes infructuosamente tu última hora de vida, porque se puede volver la hora más importante para ti. Si la usas incorrectamente, puedes arrepentirte después. Esta sincera emoción que sientes ahora, puede convertirse para ti en una poderosa fuente de la fuerza que te puede preparar para una muerte perfecta. Sabiendo que la próxima hora se puede volver la última para ti, absorbe las impresiones que te convertirán en un verdadero gourmet. Cuando la dama de la muerte te llame, prepárate, siempre. El maestro sabe como tomar de cada deliciosa pieza el último trozo de lo más valioso. Aprende a ser el maestro de tu vida.

Cuando era joven, aprendí a preparar fragancias. Aprendí a extraer la esencia de la vida, sus cualidades más sutiles. Busca en todo lo más valioso, aprende a separar lo fino de lo grosero. El que ha aprendido como extraer la esencia, lo más importante de cada momento de la vida, ha alcanzado un sentido de calidad.

Es capaz de hacer con el mundo algo que no puede hacer un aborigen.

Puede ser que en los últimos momentos de tu vida no tengas la opción de donde y con quien estar, pero tendrás la opción de decidir que tan completamente los vivirás. La habilidad de tomar lo valioso de la vida – es la misma que la de tomar lo mas valioso de la comida, del aire y de las impresiones, las substancias necesarias para desarrollar tus cuerpos superiores. Si quieres tomar de tu vida lo mas valioso para ti mismo, tiene que ser por el bien de lo superior; es suficiente dejar sólo un poco para ti mismo. Trabajar en ti mismo por el bien de otros es una manera inteligente de recibir lo mejor de la vida para ti. Si no estás satisfecho con la última hora de tu vida, puede que tampoco lo estés con tu vida entera. Morir, significa pasar a través de algo que es imposible repetir de nuevo. Gastar tu precioso tiempo en nada, significa privarte de la oportunidad de extraer lo más valioso de la vida.

En este mundo, vivir la vida, de principio a fin, significa otro aspecto de lo Absoluto. Todos los más grandes filósofos, se prepararon cuidadosamente para la última hora de su vida. Y ahora te daré el ejercicio para prepararte para tu última hora en la Tierra. Trata de no malinterpretar ninguna palabra del ejercicio dado.

El Ejercicio

Recuerda la hora que ha pasado, como si fuera tu última hora en la Tierra, y que justo acabas de darte cuenta de que has muerto. Pregúntate, ¿Estabas satisfecho en esa hora?

Y ahora reanímate a ti mismo de nuevo y establece el objetivo para ti mismo. En la próxima hora (si eres afortunado para vivir una más) trata de extraer de la vida un poco mas de lo que hiciste en la ultima hora. Define, donde y cuando deberías haber estado mas consciente, y en donde deberías haber puesto más fuego interno.

Y ahora abre más tus ojos, y con esto me refiero a abrirte más posibilidades, sé un poco más valiente de lo que fuiste en la hora anterior. Ya que sabes que esta es tú ultima hora y que no tienes nada que perder, intenta ganar más valentía, por lo menos ahora. Desde luego, no tienes que hacer tonterías.

Llega a conocerte mejor, mira a tu máquina como si la vieras desde afuera. Ahora, cuando estás muriendo, no tiene sentido mantener tu reputación y prestigio.

De ahora en adelante, hasta la verdadera ultima hora, aspira con persistencia para recibir lo más valioso que puedas de la vida, desarrolla tu intuición. Toma sólo unos pocos momentos cada hora para mirar a la hora que ha pasado, sin juicios, y después sintonízate para extraer más de la siguiente hora.

Si consideramos cada hora como una unidad de vida independiente, intenta hacer lo máximo que puedas para usar cada unidad completamente. Esfuérzate y encuentra la manera de hacer en la siguiente hora mucho más que en la anterior, pero también se consciente de que te has encargado de las deudas que has acumulado hasta ahora. Aumenta la auto-exploración y el auto-conocimiento, y también aumenta la habilidad de dominarte a ti mismo, esto cambiara el trabajo de tu maquina, que siempre está fuera de control. Y estas habilidades se pueden convertir en el indicio de los verdaderos cambios. Y es absolutamente intrascendente lo que la máquina piense sobre esto.

Vivir el resto de tu vida ensayando tu muerte cada hora, no es nada patológico. Nadie recibe más de la vida que el paciente con cáncer, que sabe aproximadamente cuando morirá. Y desde que él ya reconoció como desea pasar el resto de su vida, no tendrá que hacer el cambio total en ésta, pero podrá ir a algún lugar, a donde siempre deseó ir, que no lo haría en otras circunstancias.

El hombre que sabe que morirá pronto, tratará de usar al máximo cada hora del resto de su vida. Esto es exactamente a lo que Cristo se refería cuando dijo que los últimos días vendrán pronto, los días anteriores al Juicio Final. Todos estamos parados frente al Juez, pero no son los otros los que nos juzgan, sino nosotros mismos los que hacemos la última estimación de nuestra vida. No tenemos que fallar el examen más importante, en donde el juez más serio somos nosotros mismos.

Cada momento; por si solo, representa la partícula de la Creación eterna. Por lo tanto, a cada momento al que podemos extraer las sustancias más sutiles, a eso podemos llamarle “la esencia de la vida”.

Imagina la sustancia “aire” o la sustancia “impresiones”. Finalmente, dibuja en tu cabeza la sustancia “momento”. Si, hasta los momentos del tiempo son sustancias.

Si pudiéramos extraer las sustancias más finas de las más groseras, tarde o temprano tendríamos que pagar por esto. Esta ley es llamada La Ley del Equilibrio. Por esto aprenderemos a pagar inmediatamente por aquello que recibimos de la vida. Sólo entonces, no tendremos ninguna deuda. Pagar inmediatamente – a esto se le llama “obra real”. “Hacer” – es pensar, sentir, actuar, pero “obra real,” es pagar inmediatamente.

Hacer – sólo puede significar una cosa: extraer la esencia de cada momento de la vida; y al mismo tiempo, pagar todas las deudas a la naturaleza y a ti mismo. Pero solamente cuando tienes “Yo,” puedes pagar inmediatamente.

La vida real no es un cambio de actividad, sino un cambio en la calidad de la actividad. El destino, es el destino. Cada uno de nosotros tiene que encontrarse a si mismo en el orden total de las cosas. No es tarde para empezar a hacerlo ahora, aunque has pasado la mayor parte de tu vida dormido. Empezando desde hoy puedes comenzar a prepararte para la muerte; y al mismo tiempo, aumentar tu calidad de vida. Pero no pospongas el comienzo, tal vez de verdad sólo tienes una hora más de vida.

Pregunta: ¿Podemos compartir esto con otros? Pienso que es muy importante lo que escuchamos sobre esto esta tarde.

Puedes volver a contarlo palabra por palabra, pero hasta que no lo hagas por ti mismo, no significara nada para otros. La existencia, es el medio o el instrumento para la acción. Piensa en esto, y encontraras el por qué.

Pregunta: Por lo tanto, ¿No podemos pagar las deudas si no existimos, o si nuestro “Yo” está ausente?

¿Por qué tienes tanta necesidad de pagar? ¿Pagar para qué? Si la vida es sólo una coincidencia, entonces no hay necesidad de continuar. Esto no significa que tienes que terminar tu vida con un suicidio. Lo opuesto, tienes que poner todo tu esfuerzo en “vivir”. El hombre ordinario siempre vive, solamente yendo con la corriente. No sólo está dormido, está absolutamente muerto. Para vivir realmente, es necesario apoyar los esfuerzos de la naturaleza, para tomar activamente de la vida, y no actuar pasivamente, a donde sea que fluya.

Para extraer lo más valioso de la vida, tienes que poder manejar tus emociones. Mira que tan justamente puedes estimarte. Mírate atentamente, y encontraras varias extraordinarias maneras de ser justo. Cada vez, date cuenta de los diferentes momentos en que el deseo aparece. Actúa como antes, pero siempre estás consciente de su presencia. Transporta al mundo la parte de tu sangre, pero la de nivel superior.

Al final de cada hora; después que hayas estimado su utilidad, imagina que despertaste en lo absolutamente desconocido en comparación a la anterior que pasó. Es importante notar que la aparente continuidad de la última hora, realmente está cambiando con cada hora, aunque las cosas y personas parecen las mismas de antes. Con el tiempo, aprenderás a verte a ti mismo como un espíritu de una sustancia especial, que viene de un mundo a otro, como un huésped sin invitación de la naturaleza.

Mirando desde este punto de vista, evalúa todo lo que hagas en tu vida. Mira los resultados de todos tus esfuerzos del pasado y piensa que sentido tienen ahora, en tu última hora de vida. Aquellos que están involucrados en el Trabajo están muertos a este mundo; y al mismo tiempo, están más vivos en este mundo que nadie más. Trabajo; algo extraño e impredecible, pero para muchos es imposible vivir sin él.

El modo ordinario de entender la vida es vanidad de vanidades. Por más grande que sea el resultado es de acuerdo a las medidas terrestres, tarde o temprano fallará. Hasta la arena está siendo hecha polvo por el tiempo. Hasta las personas más relevantes de la historia, han sido olvidadas. Para entender las posibilidades reales de este mundo, es necesario encontrar lo que podemos alcanzar en este mundo; que será bastante útil, en el Mundo Real.

Mira atentamente a las vidas de todas las personas más grandes, aquellos que dirigieron ejércitos, que tuvieron poder sobre otros. ¿Cuál es el beneficio para ellos de todas sus grandes acciones ahora, cuando están muertos? Incluso; cuando estaban vivos, todas estas grandes acciones no fueron más que sueños vacíos. No estamos aquí para elogiarnos a nosotros mismos o para probarnos a nosotros mismos. Lo más repugnante en el hombre ordinario, es la habilidad de satisfacer rápidamente a su carne.

La mayoría de las personas encuentran muchas excusas para no trabajar en si mismos. Están en una completa prisión de sus debilidades. Pero justo ahora no hablamos sobre ellos, sino sobre ti.

Entiéndeme bien, no necesito seguidores, estoy más interesado en encontrar a los buenos organizadores, los verdaderos guerreros del nuevo mundo. Comprendo las debilidades de la organización, porque justo hora no hablamos sobre la organización habitual que consiste de iniciados.

Te recuerdo una vez mas, aprende a vivir cada una de tus horas con un beneficio más grande. Crea un detallado plan de tu última hora de vida. Para entender como debería morir uno, deberías de hacer crecer raíces más profundas en la vida, sólo entonces podrás morir como un ser humano, no como un perro. Aunque, esto no es dado a todo el mundo – morir. Puedes convertirte en abono para nuestro planeta, pero realmente no significa morir. Morir a este mundo para siempre, es un honor que tienes que pagar con Trabajo Consciente y Sufrimiento Intencionado. Tienes que ganártelo.

Trata de imaginarte a ti mismo – relativamente – claramente en tu última hora sobre la Tierra. Escribe un tipo de guión de esta última hora, como si estuvieras escribiendo el guión para una película. Pregúntate: “¿Así es como quiero disponer de mi vida?” Si no estás satisfecho con la respuesta, rescribe el guión hasta que te guste.

Mira a la vida como un negocio. El tiempo es tu dinero para la vida. Cuando vienes a este mundo, se te dio una cantidad definitiva de dinero y no puedes excederla. El tiempo es la única moneda con la cual pagas por tu vida. Ahora mira como usaste la mayor parte de éste de una manera estúpida. Ni siquiera has alcanzado el objetivo principal de la vida, tener descanso. Fallaste como hombre de negocios, y como usuario de vida, te engañaste a ti mismo. Toda tu vida pensaste que todo se te ha dado gratis, y ahora de repente descubriste que no es gratis. Pagas por usar el tiempo, éste es el porque cada momento de tu estadía aquí, cuesta algo.

¿Entonces cómo podría ser posible para ti rembolsar por lo menos estas pérdidas? Comprueba, ¿si el déficit de tu cuenta bancaria es sólo temporal, o es quizá constante? ¿Perdiste el tiempo o pudiste invertirlo con éxito? Si has gastado todo tu dinero en vacaciones; entonces, no hay nada que hacer más que arrepentirte por el pasado.

Durante muchos años, has estado gastando tu vida como si tus padres te hubieran dado una cuenta bancaria con crédito ilimitado. Pero ahora, la cantidad se terminó y te das cuenta que estas solo por completo y no hay nadie a quien recurrir. No hay más tiempo en tu cuenta bancaria. Ahora te ves forzado a ganar cada hora de tu vida. Toda tu vida te comportaste como un niño; y gastaste el tiempo, tal como lo hace una pareja de recién casados en su luna de miel.

Nuestro principal enemigo, que nos impide aplicar los esfuerzos necesarios, es la desesperanza. Sé que tienes muchas excusas para no prepararte para tu última hora de vida. El hábito es una gran fuerza, pero empezando una vez, puedes aprender a hacerlo cada vez más y más.

No te enredes todo el día, esfuérzate al menos una hora al día para hacer un esfuerzo; de lo contrario, perderás todo. Piensa sobre el ensayo de tu última hora como si fueran ejercicios de ballet, tienes que hacerlo toda tu vida.

Yo dedico cuatro horas al día a este ejercicio; pero cuando era joven, le dedicaba el doble.

Traducción del ruso por Alexandra Kharitonova, con traducción al inglés por Reijo Oksane.

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