Su alegría y su dolor, su encanto, el laúd de su risa.
Silenciados están los mágicos momentos de la flauta,
Y la forma y el color y el breve éxtasis.
Quiero escuchar, en la solitaria amplitud de mi espíritu
La Voz que habla cuando los labios mortales han callado:
Busco la maravilla de las cosas absolutas
Nacidas del silencio de la Eternidad.
Hay una necesidad en el alma del hombre
Que los esplendores de superficie nunca sacian;
Porque la vida y la mente, y su gloria y su debate,
Son el lento preludio de un tema más vasto,
El confuso bosquejo de un plan divino,
Un prefacio para la épica del Supremo.